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Todo parece, o mejor dicho es, muy formal.

Cuando la piragua llegó al pie del barranco encima del cual se encuentra el pueblo, nosotros dos, según etiqueta, nos quedamos en la piragua mientras los guías fueron a ver al corregidor para pedir permiso de estadía, y hospitalidad; al rato, apareció un hombre indicando que podíamos debarcar; fuimos llevados a una gran choza vacía.


La choza de afuera, y todo bien limpito

En camino, vimos una nutrida bandada de mujeres en abigarrada vestimenta multicolor y con narigueras, barriendo diligentemente los espacios vacíos del pueblito con escobas de ramas.

Nosotros queríamos hablar de lo que más nos interesaba, a saber de algún guía hacia Colombia - ah, pero no tan simple; tendrá que haber una reunión del concejo del pueblo, luego, se nos hará saber.

Colgamos nuestras hamacas de los maderos de la choza y nos hundimos en una prostración soporífica.  Hay mucho calor y mucha humedad.



¿Quién necesita píldora para dormir?

Ahora, a las varias horas, apareció el corregidor personalmente para conocernos. Sigue la formalidad: no, no habrá problema para conseguir guías, pero sí tendrá que haber consulta de la comunidad para determinar quienes nos servirán de guía hasta el primer río de Colombia, un trayecto a pie de unos dos días por la selva.

Más descanso forzado en las hamacas, pues, pero bienvenido. Las hamacas no nos resultan ser lo que la legenda popular las quiere hacer: parecen más bien para muertos que para vivos porque uno no tiene donde apoyarse para moverse y acomodarse libremente en ellas; pero resultan perfectas para el tobillo de Karel porque mantienen los pies hacia arriba.

Tiempo para representarse el paso de Panamá a Colombia por tierra como tres etapas. En la primera etapa, se sube los ríos panameños, lo que acabamos de hacer, hasta llegar a las lomas que forman la frontera entre los dos países; en la segunda etapa, hay que cruzar a pie dichas lomas; en la tercera etapa, se baja igual altura por los ríos de Colombia hasta llegar otra vez al nivel del mar.

Se acerca la oscuridad; todavía sin noticias del corregidor y de los nuevos guías; con todo el debido respeto para las costumbres locales, nos animamos a ir a ver al corregidor en sus aposentos, o sea su hamaca colgada en una choza colectiva donde también viven otras familias: vendrá a vernos más tarde.

Ya de noche; y noche, aquí, quiere decir oscuridad porque no hay otra luz que la luz de la Luna - casi llena, da la casualidad.

Apareció, por fin, el señor corregidor, con dos guías.