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Sí, "Emberá" es el nombre que los Chocoes se dan a sí mismos. Según nos explicaron nuestros guías, en el pasado, la denominación "Chocó" era la palabra correcta pero, por razones históricas - que no logramos entender muy bien - los Chocoes decidieron que les gustaba más llamarse Emberaes, y así es que se llaman a sí mismos hoy; y esta palabra se está reconociendo cada vez más.

Recién, también vimos una familia instalada en un banco de grava en el medio del torrente, lavando oro.

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Esta mañana, primero, tenemos que relatar cómo terminó el día de ayer - porque no pudimos hacerlo en su momento, por razones que se volverán obvias.

Ayer, pues, el motor que no había querido arrancar después del pescado asado - hm, qué rico fue - siguió fallando cada vez más. La pérdida de tiempo consecuente, y la pérdida de tiempo que había representado la salida, pasadas las 7:30, en vez de las 6 de la mañana, significaron, en conjunto, que se fue haciendo muy tarde cuando estábamos todavía lejos de Paya, nuestra meta del día; se empezó a hablar que llegaríamos tarde; luego, se admitió que llegaríamos de noche; efectivamente, había caído la noche, y nosotros todavía no habíamos llegado a ninguna parte; nuestros guías trataron de navegar en la oscuridad total pero - con el río que, ya en la tarde, se había vuelto torrentoso casi permanentemente por entre y por encima de bancos de grava - ello resultó una imposibilidad; tuvimos que buscar en la oscuridad total algún banco de grava adecuado y acomodarnos en él, a tientas, para pasar la noche.

Božka tuvo la idea de que, por lo menos nosotros dos, podríamos dormir en la piragua, mientras nuestros guías y familia dormirían en la grava. Sacamos mucha agua de la piragua, secamos la piragua, y nos instalamos en una combinación de hamacas utilizadas en parte como mini-colchón, en parte como mini-frazada, como dos sardinas enlatadas.

Pero lo que no sabíamos era que la piragua ... despacito, despacito, tomaba agua, así que, si bien, al principio, todo fue bien, un poco más tarde, nos despertamos como dos sardinas a las cuales se habría agregado su salsa de agua; y con varias cosas de nuestro equipaje también mojadas, si bien todo lo más delicado, felizmente a salvo.

Hay que imaginarse, tratando de secar un pasaporte y tratando de dar vuelta a las hamacas desde el lado más mojado al lado menos mojado - pero mojado al fin, en plena oscuridad, en una piragua, inestable por definición, con una mano ocupada con una linterna, cuidando que nada se cayera al agua, o que nosotros no nos cayéramos al agua.