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del avión; la carretera acaba de cruzar la pista de un aeropuerto, y, cada vez que despega o aterriza un avión, literalmente se baja la barrera para detener el tráfico automotor. No se ve que escasee tanto la tierra para justificar semejante cruce de aeropuerto y carretera.

La carretera se ha vuelto bastante fea; aun yendo a velocidad reducida, no se evita las sacudidas.

Nos vamos a arriesgar a un tercer desvío. Este, al pueblo de El Valle, del cual tenemos una información de suficiente fantasía como para no esperar gran cosa; cuestión solamente de averiguar de qué se trata.

Parece que, en dicho pueblo, hay árboles cuadrados y ranas de color oro y de color turquesa. Vamos a ver. Por lo menos, según nuestro mapa topográfico, tendríamos que tener la ventaja de subir en altitud desde estas llanuras costeras hacia la espina dorsal serrana de Panamá.

Sí, la topografía está resultando de acuerdo a nuestro mapa topográfico; estamos subiendo paulatinamente por un camino segundario angosto y sinuoso; llegamos a los 400 metros de altitud.

Otra vez, observamos con sorpresa la escasez y hasta la falta total, de vegetación; muchas de las lomas están totalmente peladas, y donde hay vegetación, es del tipo raquítico; muy curioso.

Estamos oscilando entre los 500 y 600 metros de altitud; sin duda, se siente la bendición de mucho menos humedad.

Después de haber alcanzado la fantástica altitud de 700 metros, bajamos un poco al pueblo de El Valle que, como se podía esperar, está en un valle.

Con unas averiguaciones y un poco de paciencia, vimos los árboles y vimos las ranas.

Los árboles son más el producto de una imaginación enfebrecida que una realidad: en un bosque con centenares de árboles, vimos un árbol - y lo vimos únicamente porque alguien nos metió la nariz en él - que, con mucha buena voluntad, tiene los 20 centímetros inferiores del tronco de una forma más cercana a cuadrada que circular; para decir la verdad y toda la verdad, unos lugareños nos aclararon que, antes, había más árboles cuadrados, y con mayor evidencia cuadrados, que éste, pero que alguna mano desconocida los había cortado y llevado casi todos; tal vez, pero lo que vimos nosotros ya no se merece mención.

En cuanto a las ranas, sí, existen; con las aclaraciones, por una parte, que son ranas chiquitas, de un tamaño que oscila entre un poco más grande y un poco más chico que un pulgar, y, por otra parte, que los colores oro y turquesa serían mejor llamados, más prosaicamente, amarillo y verdecito.