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establece claramente la ley, y nosotros les dijimos claramente algo que probablemente no habían escuchado antes, a saber que es claramente un puro robo. Más que pagar con dólares a un precio de robo, pagamos con unos billetes costarricences que nos habíamos querido guardar de recuerdo.

Del lado panameño, hubo los trámites de siempre, en cuatro o cinco oficinas sucesivas, sin olvidar la fumigación de rigor; y de más rigor todavía fue comernos in situ todas las mandarinas y todos los ananases que teníamos, o por lo menos que el inspector de sanidad había visto, porque no se permite la introducción de plantas a Panamá, y era la elección entre tirar lo que teníamos a la basura o llevárnoslo puesto.

Fue esta aduana donde más nos revisaron nuestras pertenencias, empero sin revisarlas demasiado; como nos dijo uno de los dos inspectores, tienen que revisar, o hacer como que revisan, por si los vigila algún superior.

Entre las dos aduanas, nos tardó más o menos dos horas y cuarto para encontrarnos viajando por la carretera de Panamá.

Panamá empieza como terminó Costa Rica: con una llanura.

Nuestra primera meta va a ser el pueblo de San Francisco, donde hay una iglesia de la cual sabemos que tiene nueve altares; no es ello una razón suficiente para ver una iglesia, pero quizás haya más para aprender.

Menos mal que no tenemos por meta un pueblo de nombre Pueblo Nuevo; a nuestra izquierda, separados por pocos kilómetros de distancia entre sí, hay tres pueblos de nombre Pueblo Nuevo ...

Pasado el pueblo de David, la carretera tiene que ir buscándose otra vez su paso por entre serranías.

Con sorpresa, notamos que la vegetación prácticamente desapareció; las lomas están totalmente peladas, y donde crece algo, es del tipo raquítico; el pasto a lo largo de la carretera está reseco. Qué cambio con Costa Rica - y si nos acordamos que Nicaragua, del otro lado de Costa Rica, tampoco tiene una vegetación tan abundante como la tiene Costa Rica, nos preguntamos por qué circunstancia las divisiones políticas de estos tres países coinciden tan exactamente con los cambios en la exuberancia de la vegetación cuando ni siquiera hay cambios tan drásticos en la topografía.

Hoy, es el día del Señor, o sea que es también el día del deporte. Se ve, en seguida, la influencia de Vespuccia en este país: ya vimos dos o tres grupos de muchachos jugando a la pelota - pero no al fútbol o balompié de los espíritus creativos sino al béisbol y sus inercias.

También las marcas viales en la calzada son el perfecto reflejo del infantilismo vespucciano.