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Todo el día, hubo grandes nubes pesadas de tormenta apoyándose en las cimas de las serranías, pero no les hacíamos caso porque, desde que llegamos a San José, habíamos visto permanentemente dichas nubes de tormenta siempre a punto de largar lluvia pero nunca haciéndolo; hasta que, aquí, por fin, se largó un aguacero.

Amainó el aguacero.  Estamos estacionados para la noche en un ambiente húmedo.

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Esta mañana, a 60 kilómetros de Limón, la carretera se ha puesto muy buena.

Han aparecido los primeros Negros, quienes, se sabe, son descendientes de esclavos de Jamaica.

A la izquierda de la carretera, corre una doble tubería, que debe de ser un oleoducto; a veces, los dos tubos salen de, y entran en, la tierra cada tantos metros - pero no los dos de la misma manera, como una expresión de artista rebelde; sin embargo, otras veces, los dos caños corren bien parejitos sobre soportes, e imitan bastante bien, en mini-escala, el gran oleoducto que vimos en Alaska.

Por otra parte, si bien el ambiente tiene sus toques tórridos como bananos y palmeras, no es lo que creíamos que podría ser.

No solamente la carretera está muy buena sino que, con toda evidencia, los ingenieros viales locales quieren compensar con exceso por todos los pecados viales de otras partes de Costa Rica: hay carteles indicadores de las ciudades, grandísimos y clarísimos como correspondería en complicados cruces urbanos, solamente que, aquí, aparecen, cada rato, a lo largo de la carretera donde absolutamente no hacen falta; hay que reconocer que así el honor vial costarricence está a salvo.

Ya varias veces, cruzamos el famoso ferrocarril San José - Puerto Limón. Hoy, hay muchos ramales ferroviarios extendiéndose por las llanuras orientales de Costa Rica, pero hubo tiempos heroicos cuando la construcción de la línea Puerto Limón - San José fue toda una epopeya. Se tardó 20 años para terminar los 163 kilómetros; y los 40 primeros kilómetros costaron entre 4.000 y 6.000 muertos, entre ellos, tres hermanos y un tío del propio empresario. Eran tiempos titánicos, aquellos.

Estamos en el puerto de Limón; a tres metros sobre el nivel del mar, según reza el cartel de entrada.

El único interés de haber llegado hasta Limón es haber visto que no tiene mayormente interés.