español english français česky

La carretera, buena. Desde que cruzamos la frontera, sigue la consigna vespucciana de no pensar, de manejar solamente - en otras palabras, la inútil complejidad de las marcas en la calzada es el fiel reflejo de la histeria vespucciana; pero el chofer de la Expedición sigue usando su cabeza, piensa primero, maneja luego; no se va a dejar embrutecer.

Pasamos el pueblo de Liberia. Hay más gente, incluso hay cultivos. El terreno sigue llano, pero a la izquierda, en la distancia, se ve una cadena de montañas, de volcanes; cinco volcanes. Es impresionante cómo Centroamérica está pespunteada de volcanes.

Por nuestro mapa topográfico, eventualmente, la carretera se encontrará con las montañas - es lo que queremos para salir, elevarnos, de este ambiente pesado.

Ya aprendimos que, en Costa Rica, la nafta se vende por litro; las marcas de la nafta son las vespuccianas.

En Costa Rica tampoco, se puede olvidar que uno está en el centro de América: así lo proclama cada placa de cada vehículo.

Los camiones no transportan más gente como animales, sino cargamentos de cebúes.

Todavía no vimos muchas viviendas, pero las que vimos no son del tipo chozas de bambú y barro que prevalece en los países anteriores.

Llegamos a la altura del puerto de Puntarenas, y, finalmente, la carretera está entrando en la sierra.

Se hace penosamente obvio que vamos siendo atrapados en un inflexible desfile de Costarricences regresando de su excursión dominical hacia sus hogares. Es fácil acordarnos que lo mismo nos pasó - cuánto tiempo hace ya, en Alaska. Seguir en estas condiciones en esta ruta sinuosa sería perder el tiempo.

Sí, si bien es todavía bastante temprano en la tarde, nos paramos ya para la noche, mientras los centenares de automovilistas domingueros siguen desfilando hacia sus hogares, terminando su día al aire fresco en un buen baño de contaminación directamente de los escapes, como sucede alrededor de todas las ciudades de la Tierra - y eso que el precio de la nafta en Costa Rica es elevadísimo, tan caro como el más caro que pagamos en al Artico canadiense; y hay una sola calidad: mediocre.

De todos modos, no queremos llegar a San José hoy sino mañana por la mañana, lunes.

. .
*