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Y en cuanto a la no menos proverbial burrada, estamos cada vez más convencidos de que los burros son totalmente incapaces de semejante cosa.

En otras palabras, parece que ya van dos los animales desagraviados y restablecidos a la dignidad que se merecen, los cuervos del Artico y los burros mexicanos.

Ayer, al amanecer, también nos esperaban mosquitas - lo que significa, hay que aclarar, por las rarezas del idioma castellano, no la hembra del mosquito sino moscas chiquititas - a las que, naturalmente, no dimos ninguna importancia. Fue solamente más tarde en el día que aprendimos que hay que darle importancia a todo en esta vida, inclusive a mosquitas, en apariencia perfectamente inofensivas: una hora más tarde, teníamos, y todavía ahorita mismo tenemos, los brazos y las piernas llenos de grandes manchones colorados debidos a las picaduras de aquellos bichos. Por su apariencia, mosquitos no eran, por sus efectos, moscas no eran; ¿qué eran?  Y cómo sigue picando.

De todos modos, apenas echamos a andar, ayer por la mañana, que nos encontramos con la inescapable evidencia de que la relativa rectitud de la carretera del día anterior no era más que un recuerdo; otra vez, nos encontramos cautivos de las increíbles curvas. Quizás resulte aburrido ir repitiéndolo, pero es así, la topografía es increíble y las curvas consiguientes son increíbles; y otra vez se nos impuso el pensamiento de lo oneroso y trabajoso que debe de ser tener que construir rutas en semejante terreno.

En su oportunidad, desviamos de la ruta acapulqueña para investigar lo de la gruta de Juxtlahuaca.

Lo primero que descubrimos fue que los distinguidos ciudadanos de los pueblos a lo largo del camino llevando a la gruta habían decidido "mejorar" el camino uniendo sus pueblos, empedrándolo; en otras palabras, descubrimos que, para viajar por semejante empedrado, había que vender su alma al diablo; a pesar de ello, con valentía y sin haber hecho ningún pacto con nadie, seguimos adelante, hablando con sucesivas personas a medida que el empedrado nos sacudía los huesos y sacudía las tuercas del vehículo. Y finalmente llegamos a hablar con dos hombres de la autoridad local de uno de los pueblos.

De lo recogido, parecería que todo el mundo tiene razón: parece que dichas grutas de Juxtlahuaca tienen las formaciones rocosas habituales y también tienen pinturas rupestres; pero con las formaciones rocosas en las partes más accesibles, y las pinturas en las partes mucho más problemáticas, retiradas, y, especialmente, llenas de murciélagos con posibilidad de rabia - y por lo tanto accesibles solamente con equipos y preparativos indispensables.

En otras palabras, si hubiésemos tenido dos o tres días de margen, sin duda hubiese sido una exploración sumamente interesante, pero con el fantasma de Centroamérica y la necesidad de llegar a Panamá dentro de la época de sequía >>>>>>>>