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Lo único de interés en Morelia es su parte colonial; no se parece a Guadalajara porque su barrio colonial es más homogéneo, más bien como en Pátzcuaro, pero no se parece a Pátzcuaro porque, mientras Pátzcuaro tiene las características de una ciudad chica, Morelia tiene las características de una ciudad grande. De hecho, ciertas hileras de casas nos hicieron acordar de los barrios viejos de Praga. Lo que vale es la impresión de conjunto; no vimos ningún edificio que se destaque por sí solo.

Los expertos nos dicen que la catedral es del estilo plateresco, o sea renacentista español, y que es la única iglesia de importancia en dicho estilo; pero plateresca o no plateresca, dicha catedral nos pareció bien innocua, salvo sus entradas, compuestas de tres juegos de puertas: dos juegos pegados uno al otro, y el tercero, un paso más lejos, con interesantes decoraciones en las hojas de las puertas.

De más interés para nosotros que la catedral fue la iglesia de La Merced, especialmente los pilares de su frente y la madera de sus puertas.

También, en Morelia se encuentra la institución de enseñanza superior europea más antigua de toda América todavía en existencia, el colegio de San Nicolás, fundado en 1540.

A las 9, empezamos a ocuparnos de la diligencia de media hora; era simplemente cuestión de prorrogar el seguro, obligatorio pero que nadie verifica, contra daños a terceros.

Lo que pasó luego sería demasiado enojoso detallarlo pero se puede ilustrar bastante bien diciendo que nos desayunamos a las 14 y que de las 9 a las 14, si no nos pasamos el tiempo profiriendo profanidades fue por un instinto natural de elegancia.

Recién a las 14, después de haber recorrido Morelia - colonial y no-colonial - diez veces en todas las direcciones, nos alejamos de la ciudad, con una nueva poliza de una nueva compañía de seguros en mano. Pero ahí no terminó el atraso.

Resulta que, en la tarde misma cuando visitamos la iglesia de la ex-aldea de San Juan en el medio de su campo de lava, Karel empezó a sentir como una sequedad en la parte de conexión entre la nariz y la garganta; primero, lo atribuyó a las grandes cantidades de polvo que nos tragamos en el camino, si bien tragarnos polvo no era cosa nueva para nosotros; pero, luego, empezó a sentir un poco de fiebre, que fue aumentando; y el esfuerzo y los contratiempos de ayer a la mañana en Morelia le dieron el golpe de gracia. De manera que, en la tarde de ayer, cuando salimos de Morelia, a los treinta o cuarenta kilómetros, nos pareció que sería mejor que paráramos un rato para descansar, tanto más que la carretera, por uno de aquellos milagros que no hay que subestimar, estaba totalmente libre de tráfico - entiéndase, por nuestra experiencia hasta ahora en México, libre de infierno. Pero pronto se hizo evidente que Karel tenía bastante fiebre y que mejor era quedarnos quietos >>>>>>>>