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banda de frecuencia modulada, encontró una buena cantidad de estaciones; en la banda de amplitud modulada había, naturalmente, la romería de siempre; incluso escuchamos, por primera vez desde Mexicali, música clásica; y, por fin, escuchamos en México música mexicana, una sinfonía de Carlos Chávez, tocada por una orquesta mexicana, conducida por el propio compositor - no es que dicha sinfonía nos haya impresionado, pero sí tuvo su interés en la analogía que le encontramos con todo lo desagradable de un desierto, con las espinas acechando y pinchando por todos los lados, con sus rocas ásperas - pero sin la virtud de la fragancia del desierto y, naturalmente, sin el silencio del desierto; un perfecto producto de cierta escuela de jugladores intelectuales de notas; pero el que quiere conocer no puede pretender conocer solamente lo bueno, debe aceptar conocer lo bueno y lo otro.

Más tarde, o sea a las 22:30, todas las estaciones, tanto de frecuencia como de amplitud moduladas, se pusieron en cadena, transmitiendo el mismito programa a lo largo y a lo ancho del dial, un programa llamado La Hora Nacional y tratando mayormente, naturalmente, de temas nacionales.

Esta mañana, nos levantamos antes del amanecer, cuando todavía centelleaban las estrellas en el firmamento.

Y cuando, otra vez, vimos algo que ya habíamos visto en días, o mejor dicho noches, pasadas pero que recién esta mañana se nos impuso con cierta seriedad: ¿sería posible que desde estas latitudes se pueda ver, ya, la Cruz del Sur? La diferencia entre hoy y las noches anteriores es que, hoy, al mismo tiempo que veíamos esta cruz, también veíamos exactamente donde iba a aparecer el Sol, por lo que, sin la menor duda, la cruz en el cielo estaba directamente hacia el sur; habría que preguntar a alguien que sabe, pero si esta cruz no es la Cruz del Sur, debe de ser su hermana.

Mientras tanto, estamos pasando por una zona de plantaciones que no son de sisal ni de aloe vera, sino que son de la planta con la cual se fabrica el agua de Tequila, o sea que son plantaciones de maguey.

Ay, justito como confirmación de lo anterior, llegamos al pueblo de Tequila. Cada metro disponible a ambos lados de la carretera está dedicado a la venta ¿de qué?, pues de tequila.

Una iniciativa del momento, que se imponía y que tomamos, fue tratar de enterarnos de cómo se pasa del maguey al aguardiente en la botella. Fuimos a la gran fábrica de tequila del pueblo, nos presentamos, expresamos nuestro deseo; y sin tener tiempo de recobrar el aliento, ya estábamos en una visita totalmente inesperada y que resultó ser sumamente interesante.

Empezando por el principio; una comodidad intelectual que no siempre pudimos disfrutar en nuestras visitas industriales en Vespuccia y Canadá, donde, no >>>>>>>>