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un costado del fondo del pozo, se cavaba la cámara funeraria para el difunto y las ofrendas de rigor; luego, se tapaba la comunicación entre la cámara y el pozo, y se rellenaba el pozo por completo, dejando crecer vegetación otra vez para que no se pudiera detectar la existencia de la tumba.

   La más famosa de estas tumbas se encuentra en Etzatlán que, por razones administrativas modernas que las tumbas no entienden, se encuentra en la zona lindante del estado de Jalisco; tiene una profundidad de 16 metros y tiene no una cámara sino tres cámaras.

[] Y ¿cómo se encuentra estas tumbas escondidas? Pues, por el cambio de vegetación; por la vegetación diferente que crece donde la tierra fue movida.

[] Por otro lado, vimos pinturas religiosas del siglo XVIII, mayormente de pintores anónimos, y también unas esculturas por un artista contemporáneo, una de ellas, en mármol ónix, recordándonos - por la complejidad de la posición de sus varios personajes y por la textura misma dada al ónix por el artista - de las esculturas en huesos fosilizados por los Inuit canadienses.

Cambiando de tema, cerca de Tepic se encuentra el pueblo de Compostela, el ya recordado punto de partida de don Francisco de Coronado hacia el corazón de la Vespuccia de hoy.

Creemos que estamos más o menos al día. A ver si hacemos un poco de quehaceres domésticos, nos desayunamos, y seguimos viaje.

No hay que perder tiempo; cuanto más al sur vamos tanto más nos acercamos al perfecto misterio de qué nos espera en América Central, y cuantos más días pasan tanto menos tiempo tendremos para solucionar las incógnitas.

Nos estamos aproximando a nuestra próxima meta, el pueblo de Ixtlán, donde tendría que haber una ruina tolteca.

Por lo visto, desde ayer, estamos entrando cada vez más en contacto con la arqueología mexicana. Es difícil para nosotros dividir la riqueza y la abundancia de la arqueología mexicana de manera lógica entre nuestra ida hacia el sur y nuestro regreso hacia el norte. Veremos cómo las circunstancias nos obliguen a hacer las cosas.

De manera totalmente impromptu, nos desviamos siete kilómetros de la ruta al pueblito de Jala al pie del volcán Ceboruco.

Por todas las normas de los sabios internacionales, este pueblito se calificaría de atrasado, subdesarrollado, pero tiene una plazoleta de una variedad-en-la-unidad arquitectural, y de un ambiente apaciguante, como ni uno de los orgullosos pueblos adelantados de Vespuccia y de Canadá sueña que pueda existir.


Jala