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→→  Estamos a 2.300 metros; lo que no indica una subida única sino muchas subidas y bajadas alternadas desde la última altitud apuntada.

→→  De todos modos, altitud es solamente una estadística; lo increíble es el serpentear de la ruta; centenares de curvas, cada curva a no más de 10 metros de la anterior - y muchas veces a 2 ó 3 metros, ó 0 metro solamente.

→→  Ya van 112 kilómetros de esta sorpresa curvilínea y no hay fin a la vista. A Buenos Aires todavía no llegamos.

→→  En México en general, por lo menos en lo que vimos de México hasta ahora, hay muchos pequeños altares, y hasta pequeñas capillitas caseras, a lo largo de los caminos, también en los lugares más imprevistos; por ejemplo, vimos un altarcito, de madera terciada, de un pedazo de cartulina y de un poco de tela, instalado en un cardón en la soledad de la huella que nos llevaba a la cueva de San Borjita. A lo largo de esta carretera, tampoco faltan; a veces, tienen que haber costado bastante trabajo y bastante dinero; deben de haber sido un sacrificio grande para gente humilde, deben de haber sido una expresión de gran emoción para sus hechores; dichosa gente que tiene semejantes recursos internos.

→→  Tuvimos que detenernos porque es simplemente imposible mirar al mismo tiempo dos vistas igualmente impresionantes, una de cada lado de la ruta.

→→  Siguen los kilómetros y las docenas de curvas.

→→  Ah, por fin, aquí está Buenos Aires; en una planicie, como corresponde, aun cuando más bien un altiplano - estamos a 2.700 metros de altitud; debe de ser éste el Buenos Aires más alto de la Tierra.

→→  Paramos un rato a la sombra de un bosque de pinos, probablemente la última oportunidad en mucho tiempo.

→→  Vamos a regresar en dirección a Mazatlán; pero encontramos una manera adicional de ocuparnos cada metro del regreso; vamos a contar las curvas, toditas, una por una; Karel las va a contar y, por cada decena de curvas, voy a marcar una raya en un papel, la única manera posible.

→→  Como si esta carretera no fuera bastante atormentada, acabamos de pasar por una zona de trabajos viales, con un solo carril abierto a la circulación; por lo que el tráfico tiene que estar regulado de manera alternada; un caso ideal para comunicaciones modernas por transceptores portátiles, pero aquí, no; aquí, las comunicaciones entre los reguladores del tráfico se hacen por medio de banderines, cuando están en línea de vista, y por medio de silbidos, cuando están detrás de una curva; más simple y barato, imposible.