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Paz, que recién hay una aduana de verdad, si bien ya no sabemos muy bien qué es una aduana de verdad.

Esperando, tuvimos tiempo de sobra para mirar a diestra y siniestra.

Por una parte, vimos, hoy por segunda vez, la palabra "Aduana" pintada en grandes letras en el acceso a los muelles, pintada, cada vez, de una manera tan casera y primitiva que, con toda seguridad, Karel lo haría mejor; todo, cuestión de tomar unas medidas para espaciar y encuadrar las letras de manera más pareja. ¿Vale la pena la economía de tiempo - porque de tiempo solamente se trata, el material es el mismo - la mala impresión que esta inscripción, así como está, causa?

Por otra parte, vimos otro coche tratando de desasociarse del estigma yanki, o sea un coche con placas de Vespuccia, pero con un gran cartel en su ventana de atrás gritando Francia.

Preguntamos a los viajeros la razón de dicha aclaración y, después de preguntarnos cautelosamente, de qué nacionalidad somos nosotros, y enterarse de que no somos Vespuccianos, nos dieron la misma razón que los Alemanes del otro día; con la agravante de que, al contrario de Baja California, donde no hay, mayormente, problemas, en la parte principal de México, coches con placas vespuccianas se encuentran a veces sujetos a vandalismo organizado, por lo que conviene aclarar el no-yankismo de uno. Les preguntamos si era una idea de ellos, y nos dijeron que no, que conocían varios casos de gente que había sido víctima de sabotaje anti-vespucciano en la parte principal de México.

La revisión aduanal tenía que haber empezado a las 17, para una salida a las 20; pero a las 17:30, nada se movía. Al rato, empezaron a correr rumores de que se zarparía recién a la medianoche o a la una de la mañana, con la aclaración de que la revisión aduanal, de todos modos, se efecuaría ya. Eventualmente, vino la información oficial: ni a las 20, ni a la medianoche, ni a la una de la mañana; recién a las 20 horas de mañana. Todo un día de atraso.

Lo único que se nos ocurrió hacer fue volver los 17 kilómetros a La Paz, cruzar La Paz, y seguir unos 22 kilómetros del otro lado para encontrarnos un lugar para la noche y para parte del día de mañana; pero a los 2 kilómetros del puerto, algún instinto insinuó al chofer que se desviara por un camino de tierra hacia, y a través de, un basural. Así es que estamos milagrosamente cerca del puerto, a unos 4 kilómetros, en una loma agraciada con dos panoramas hermosos, totalmente diferentes, y, a la vez, símbolos de Baja California: de un lado de la loma, se disfruta la aspereza característica de las sierras de Baja California, con una buena cantidad de cactos en el valle; y, dando una vuelta de 180 grados, se disfruta el encuentro de la topografía quebrada con el mar.