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Acabamos de pernoctar en un lugar que tuvo mucho que ofrecer.

Anoche, desde la plataforma de nuestro acantilado, pudimos observar un mosaico formado por todo lo siguiente: una pequeña bahía, un promontorio adentrándose en el mar hasta seguir debajo de las aguas en forma de arrecifes, una playa de rocas bastante gruesas y primitivas, olas bastante fuertes - cada una, con su sombra propia sobre la faz más clara del mar - empujadas por el viento de alta mar hasta despedazarse en las rocas, la alta mar en la distancia, un cielo con los últimos colorcitos de la pos-puesta de Sol, unos árboles retorcidos por los vientos soplando eternamente desde el mar; y cuando el último recuerdo de luz se fue, aparecieron las estrellas y la Luna, la cual está creciendo noche a noche.

Esta mañana, todo ello fue transfigurado por el Sol del alba, y hasta pudimos ver unas chozas de pescadores en el promontorio, que, anoche, en la oscuridad casi total, no habíamos visto.

Y hacia el norte. Hacia el pueblo de Port-au-Choix. Posiblemente, hacia la visita de una planta de procesamiento de frutos del mar. Y, más allá, hacia los Vikingos.

La carretera corre muy cerca del mar. Del lado izquierdo de la carretera, las grandes extensiones de mar abierto, sin islas para tapar la vista. Del lado derecho de la carretera, una franja de llanuras y, a kilómetros en la distancia, sierras, parte de las cuales tuvimos que atravesar ayer.

Como observado ya ayer, las cumbres de los varios cerros ya tienen el principio de sus nieves si no eternas, por lo menos invernales. De vez en cuando, estamos pasando por pequeños grupos de casitas y chozas de pescadores; y el misterio de siempre sigue el mismo: hay casitas, hasta hay coches estacionados delante de cada choza - porque parece que, hoy en día, coches son los burros de antaño - pero de alma viva, ni la sombra. Se repite la pregunta: ¿dónde está la gente?

Port-au-Choix.

La planta de procesamiento de productos del mar, cerrada, siempre por la misma razón del agotamiento de las cuotas de pesca; por lo que visita no hubo.

En un renglón totalmente diferente, Port-au-Choix se enorgullece con tener lo que, en el papel, se denomina un cementerio de naturales - entiéndase paraborígenes - de la zona, de unos 3.800 años de antigüedad - o sea de aproximadamente 1800 a.C. Visitamos el cementerio. En la realidad no papelera, el cementerio se reduce a dos sepulcros; los que, como corresponde a vestigios tan antiguos, se encuentran encasillados en un relicario de cemento cubierto por una tapa de vidrio, todo ello, a su vez, protegido dentro de un pequeño edificio, con una exhibición de los artefactos encontrados en las tumbas, y con diagramas pertinentes.