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- "Pero no, amigo, son todos presos buenos; sí, imagínese; no son malos; cuando han matado, ha sido en una pelea solamente, no por maldad; además, viven aquí con sus familias y tienen que trabajar porque el gobierno no puede solventar los gastos de la cárcel; son presos buenos, pelearse le puede pasar a cualquiera."

Naturalmente, también hay los restos de una misión. En este caso, dos fechas hablan más que las piedras, ilustran un tema que ya tocamos.

1705: los Jesuitas andan por la zona.
1782: de los aproximadamente 2.000 paraborígenes locales pre-Jesuitas,
      queda algo aproximado a 100.

Por otra parte, los buitres de Mulegé nos enseñaron que lo de un día no es necesariamente lo de siempre. El otro día, vimos por lo menos tres docenas de buitres dejándose llevar en círculos silenciosos por las corrientes de aire encima del pueblo, como en un ritual fúnebre; hoy, no hay ni un buitre a la vista.

Al poco rato después de salir de Mulegé, empezamos a costear la bahía Concepción; la que, ahora, 25 kilómetros más tarde, vemos que es, en realidad, un hermosísimo brazo de mar con muchas bahías separadas; en formas de medialunas; de arena; y con el agua, vista desde arriba, bastante clara. La topografía muy escarpada de la costa y las sinuosidades de la carretera complementan un cuadro encantador. Esta costa, del golfo, por ser más joven, está más accidentada que la costa del océano, más antigua, más molida.

De vez en cuando, se ve pelicanes volando o flotando. A veces, también se ve buitres sentados en la punta de cactos; si bien buitres no son águilas, nos hacen acordar, cada vez, de la fundación de Tenochtitlán por los Aztecas.

Se terminaron los 55 hermosos kilómetros de la bahía de bahías Concepción, pero la topografía sigue muy variada e interesante. La composición geológica también parece muy variada.  Es increíble lo rocoso que está todo.

No hay duda de que hay aridez, pero no es una aridez total.

Hablando de agua, está lloviendo.

Hay gente que dice que, desde la llegada del asfalto, Baja California ya no es lo que era. Después de nuestra experiencia de ayer, y de otros desvíos, nos parece evidente que el asfalto es no más que un hilo a lo largo de la península, y que los fanáticos que añoran el pasado pueden encontrar, en centenares de lugares, el pasado, hoy.

La verdadera diferencia, según nos comentó uno de nuestros guías de ayer, es que, mientras que, sin el asfalto, era difícil viajar, ahora, con el asfalto, es fácil matarse; ahora, hay accidentes que antes ni se soñaba.