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- con 19 versiones de cascabeles; desde un tipo de 1,80 metro de largo, hasta un tipo que ni siquiera tiene cascabel para anunciarse caballerosamente; y en todas partes, desde la orilla misma del mar hasta altitudes de 2.100 metros; y bien camufladas; según una advertencia que respetamos.

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Esta madrugada, ni siquiera teníamos todavía la fuerza de abrir los ojos, que nuestros oídos nos hicieron apreciar el que nuestra odisea de la cueva haya tenido lugar ayer y anteayer, y no hoy: llovía. Resultó ser un rociamiento liviano y corto, pero cuando llueve, no se sabe cuándo va a parar; ahora, el cielo está totalmente cubierto con pesadas nubes amenazadoras.

Pensando en lo de anteayer y ayer, nos parece que recién ahora vamos a ir realizando lo que hicimos. La cueva de San Borjita parece ser como un premio en un cuento de hadas, que se deja alcanzar solamente por aquellos quienes demuestran bastante fanatismo, interés y determinación para vencer sucesivamente toda una serie de dificultades colocadas a propósito en el camino.

Pensando en el desmonte de ayer, desde nuestro punto de vista, era la esperanza de encontrar algún ser viviente, pero mirándolo desde el punto de vista de quien desmontó y aplanó el terreno, hay que decir que es un acto de fe, o de desesperación, que se merece ser admirado en este desierto de piedra y polvo.

Estamos en el pueblo de Mulegé otra vez. Esta vez, tuvimos el tiempo de echar un vistazo, de hablar un poco con la gente. Es otra ciudad-oasis, con un tupido bosque de palmeras.

Hasta aquí una banda de Vespuccianos quiso invadir, en 1847.

La particularidad de Mulegé es su cárcel.

Hasta hace unos años, tenía un sistema de honor, ahora, tiene otro. Según el sistema anterior, los presos andaban sueltos de día, trabajando como cualquier vecino, y la sola obligación que tenían era volver a la cárcel para pasar la noche. También había una responsabilidad colectiva; cualquier infracción de un preso era la responsabilidad de todos los presos y todos los presos sufrían castigo por la infracción de uno. Ahora, es un poco diferente. Por lo que hablamos con unos militares de la guarnición, los presos andan sueltos toda la semana y tienen que presentarse en la cárcel solamente los domingos. Ahora que, en la actualidad, hay solamente dos presos; antes había más. Lo que, sin ser mal-pensado, se puede interpretar de dos maneras.

Le preguntamos a un vecino si a la gente no le molesta tener presos andando sueltos por la calle.