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»»» Por otra parte, estas últimas 24 horas parecen haber estado bajo la influencia de una mala estrella para detalles técnicos.

   • Ayer, nos dimos cuenta de que el alternador no cargaba; descubrimos que era porque la correa estaba floja, lo que se solucionó sin problema.
   • También ayer, tratando de pasar por un portón, de luz que resultó ser insuficiente por un milímetro o dos para la altura de nuestro vehículo, terminamos con una pequeña rotura en el toldo que cubre nuestro porta-equipaje; no es gran cosa, pero todavía no lo solucionamos, y no sabemos cómo solucionarlo; habrá que solucionarlo. 
   • Finalmente, hoy mismo, no hace mucho, tuvimos bastante duda en cuanto al aceite en el motor como para detenernos a orilla de la carretera para verificarlo - lo que nunca hacemos porque no tiene sentido salvo en emergencia; y mientras esperábamos que el aceite se asentara un poco, nos pasó un camión con remolque, con una ráfaga tan violenta que la puerta delantera izquierda del coche, entreabierta, se abrió con violencia tal que no se podía cerrar más; no sabemos cómo ocurrió, el mecanismo de cerradura no funcionaba; tratando de comparar la cerradura descompuesta con la cerradura de otra puerta, lo único que logró el mecánico de la Expedición fue descomponer la otra cerradura también; pero, eventualmente, gracias a las luces mecánicas que adquirió antes del viaje, trabajando, un tiempo, de aprendiz de mecánico con un genio dominicano, logró componer las dos cerraduras.

Parece que, para la noche, vamos a alcanzar aquel lugarcito entre pinos cerca de Badger donde ya dormimos, en nuestro camino de ida, hacia el este. ¡Qué sensación más desconocida! Tiene todo lo apaciguante, sosegador, tranquili-zante, de volver a casa - aunque haya sido casa para una sola noche - en vez de estar con la incógnita, de tardecita en tardecita, de qué se presentará cuándo, dónde, como dormitorio, aun cuando, habitualmente, con desenlace a satisfacción, y hasta, a veces, agradable, incluso interesante.

Sí, estamos instalados "en casa".

Presenciando en este momento una de las últimas escenas de un grandioso espectáculo de lo que, comúnmente, se llamaría puesta de Sol - salvo que no se puede llamar puesta de Sol porque hace por lo menos treinta a cuarenta minutos que el Sol ya se puso detrás del horizonte; de manera que hay que llamarlo espectáculo de pos-puesta de Sol. Cualquier nombre que se le dé, es una vista que deja sin aliento; quizás se podría ir repitiendo, para esta pos-puesta de Sol, todos los comentarios hechos con respecto al follaje de Nueva Inglaterra - solamente que aquí los colores son violáceos, grisáceos, rosados, rojo sangre, rojo borravino, y salpicados por los manchones contrastantemente más oscuros de nubes, chatas, altas, entrecortadas. Tal como con el follaje otoñal de Nueva Inglaterra, semejante ostentación de colores no se puede describir adecuadamente, y no se puede fotografiar. El espectáculo todavía sigue; y vamos a ver cuánto tiempo todavía va a seguir; cuando termine, lo vamos a anotar.