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→→→ No sorprende, ante tales circunstancias, y más bien las confirma, que se logró completar la colocación del cable exitosamente recién en la quinta tentativa, después de cuatro fracasos.  En 1866.

Velocidad de transmisión telegráfica, entonces: ocho palabras por minuto.

Terminamos nuestra visita a este alto punto - sin juego de palabra - de experimentación científica justo cuando el Sol se acostaba detrás de una de las colinas de Saint John's y una tenue Luna nueva se levantaba encima de otra colina.

♦ Por otra parte, la ciudad de Saint John's es perfectamente antipática, con una red de calles que debe de haber sido ideada para molestar a los automovilistas; sin hablar de la falta absoluta de cualquier punto arquitectural o urbanístico de interés - no será para nada que, cuando quisimos comprar unas tarjetas postales, tuvimos que visitar en desesperación dos docenas de negocios para, por fin, encontrar unas pocas, de las cuales ni una ilustraba la ciudad misma.

Viajando de vuelta hacia el oeste de la isla, por la misma carretera por donde vinimos a Saint John's; otra no hay. No nos quejamos - el paisaje, visto en regreso, o sea desde atrás para decirlo así, sigue un permanente espectáculo de sumo interés. Para terminar con el panorama de Terra Nova, se puede decir que cuando hay bosques, es interesante porque hay bosques, cuando los árboles son grandes, es interesante porque los árboles son grandes, cuando los árboles son raquíticos, es interesante porque son raquíticos, cuando el terreno está pelado, es interesante porque está pelado, y, naturalmente, cuando hay lagos, lagunas, brazos de mar, es interesante porque ahí están. Quizás sea el alternar de todos estos elementos, o quizás sea la gran escala de todo ello, que le da ese atractivo tan especial.

Y mientras tanto, veamos qué falta anotar. Sin apuro, esta vez. El camino hasta nuestro desvío en Deer Lake hacia el norte va a ser largo, y mayores novedades no tendría que haber.

»»» Cuando estábamos en la zona de Tickle Cove, bien nos sorprendió un negocio con el nombre de Brazil (así, con z, que es la manera angla de escribir el nombre del país); fuimos a preguntar a los dueños si tenía ello alguna relación con el país, y fue nuestra sorpresa cuando nos dijeron que no - en realidad, por sus reacciones, parece que ni sabían que hay un país Brasil - y nos dijeron que el Brazil de ellos es simplemente un apellido irlandés.

¿Qué relación puede tener esto con una isla que, alguna vez, vimos en un mapa antiguo, en el Atlántico sin América, de nombre Brasil - o Brazil, no sabríamos decir? La isla no existe y era solamente una fantasía como solía haber otras fantasías en los mapas de aquellos tiempos, pero la interrogante del nombre en sus tres aplicaciones, apellido, isla, país, queda.