También, cruzamos la bahía a la ciudad de Oakland. A más del larguísimo puente uniendo San Francisco y Oakland, viajamos por la más complicada red de autopistas elevadas intra-urbanas que vimos hasta ahora; no complicada en su uso porque las indicaciones resultaron satisfactorias, sino en la cantidad y complejidad de sus varios ramales. Ay, y todos esos puentes y viaductos, en el próximo terremoto. ¿Es atrofia intelectual o es desesperación, decidir vivir aquí?
Oakland parece no ser más que un suburbio industrial de San Francisco.
\■/ Luego, tuvimos que apurarnos para no llegar demasiado tarde a una cita con el Departamento Cartográfico del Servicio Geológico del gobierno de Vespuccia, en la ciudad de Menlo Park, un poco al sur de San Francisco.
Siempre alegremente a lo largo de la fractura de San Andreas.
Y hay que reconocer que el ingenio - o será atrevimiento, o será inconsciencia - humano no duda en meterse directamente en la boca de las fuerzas infernales que lo pueden destruir: apenas salidos de San Francisco, costeamos un embalse largo y angosto, largo y angosto por la simple razón de estar anidado en ... parte del macro-surco de la fractura de San Andreas, embalse denominado, como para mayor desafío y/o insulto a la fractura, lago San Andreas; y más luego, viajamos a lo largo de otra tal represa. Y sabemos que, a lo largo de la fractura Calaveras, también hay tales represas atrevidas.
Otra desesperación por agua como traerla por centenares de kilómetros de vulnerables canales, según ya mencionamos, es bombearla de capas freáticas hasta dejar el subsuelo vacío a punto de que, en ciertos lugares, la superficie del terreno se hunde, como ocurrió, por ocho o nueve metros de hundimiento, en una franja conocida como el valle de San Joaquín, más al este de acá.
Felizmente, había en la autopista una confabulación implícita entre los motoristas para correr a 60 ó 65 millas por hora en vez de las 55 máximas reglamentarias, así que, perdiéndonos en la muchedumbre de pecadores, llegamos a destino más o menos a hora.
Hay una similitud evidente entre un astrónomo y un cartógrafo, hoy en día: el astrónomo no necesita ver directamente el cielo que investiga de mil y una maneras, y el cartógrafo no necesita ver directamente el terreno que detalla milimétricamente en sus mapas. Y así como el astrónomo, muchas veces, no necesita más habilidad que la de apretar unas teclas, así pasa con el cartógrafo. Cartógrafos haciéndolo todo con un papel, un lápiz y una brújula son cosas del pasado.
║Todo empieza con fotografías aéreas - habitualmente desde un avión, pero también, en ciertos casos, podría ser desde un satélite; preferentemente de >>>>>>>>