Pasamos la noche en el desierto; a corta distancia de la frontera con México; pero todavía no es tiempo de cruzarla. Primero, tenemos que viajar al norte, bien al norte, más allá de San Francisco. Después, finalmente, daremos el gran paso hacia el sur, hacia Tierra del Fuego.
Estamos recorriendo el Valle Imperial en dirección al pueblo de Calipatria - que, naturalmente, quiere significar California-patria. Este valle se adjudica la exclusividad de tener la población viviendo debajo del nivel del mar más numerosa de la Tierra - quizás sea más exacto decir de América.
De repente, no hay más desierto, todo es puro campo labrado, hasta el infinito. Hay extensiones de a cien hectáreas de verduras, también hay algodón, también hay grandes cantidades de heno almacenado en grandes formas geométricas; todo, manicurado.
Naturalmente, todo a base de riego. Vimos recién un canal, verdadero caudaloso río artificial, acequias a lo largo de los campos, cañerías dentro de los campos. Es aquí que desaparece buena parte del agua del río Colorado.
Hace un ratito, cerramos las ventanillas urgentemente y el chofer apretó el acelerador porque nos dimos cuenta de que aquel avioncito que hacía acrobacias de locura estaba en realidad pulverizando los campos.
Tenemos que anotar, antes de que nos olvidemos, que esta mañana, antes de echar a andar, dimos una vuelta por el desierto, alejándonos de la ruta.
Descubrimos que lo que, a primera vista, parece falto de vida, tiene vida:
• primero, lo envuelve a uno una fragancia fenomenal que uno no se cansa de aspirar;
• luego, se descubre que la aridez de la tierra está cubierta por una finísima alfombra de pequeñas florcitas adaptadas al desierto;
• y momentos más tarde, uno ve que hay abejas por centenares juntando hacendosamente néctar en cada metro cuadrado - también vimos que llevaban polen pegado a sus patas traseras; naturalmente, había colmenas, y muchas - por lo menos cien, por colmenar.
Y finalmente, descubrimos varias empresas produciendo, o por lo menos explorando las posibilidades de producir, electricidad con energía geotermal.
Volviendo a este Valle Imperial a lo largo del cual estamos rodando, con sus quehaceres agrarios en plena actividad y sus cosechas en varios estados de crecimiento, hay que recordar que estamos en noviembre, o sea en invierno, que, en otras partes de Vespuccia, hay nieve, y sin embargo, aquí, parece verano, por lo menos un verano común, porque, en verano local, aquí debe de ser un horno - no es por nada que estamos en Cali-hornia, California.