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manera que el largo total del obelisco y del pozo pueda acomodar un telescopio decente; y recalentamiento, en el pozo, tampoco.

O Cuélguese el telescopio ahí adentro; no más manipuleo horizontal o vertical de un mastodonte de 250 toneladas al bies, solamente una rotación con eje vertical, y ello hecho super-fácil y super-suave gracias a un cojinete, no como rulemán de acero sino de mercurio, ocho toneladas de mercurio, de manera que, si necesario, un dedo puede rotar las 250 toneladas.

O Creese dentro del telescopio un vacío equivalente a, digamos, 54.000 metros de altitud; no más turbulencias dentro del sistema óptico.

O Pero ¿cómo apuntar hacia cualquier sitio de la bóveda celeste un telescopio colgado como peso muerto en su cámara al vacío? Colocando una cúpula altazimutal en la punta del obelisco, con sus dos movimientos, horizontal y vertical, con un ojo de buey de cuarzo fundido y con una célula fotoeléctrica de fijación en el Sol mientras la Tierra va dando vuelta, todo ello, naturalmente, conectado con el vacío del telescopio.

Todo, muy simple - en el concepto, cuando no en la realización - pero alguien tuvo que deshipnotizarse de la usanza impuesta como única posible por los siglos desde que alguien miró el cielo por un tubo por primera vez.

Cuando la luz alcanza el espejo principal en el fondo del pozo - bueno, en el fondo del telescopio en el fondo del pozo - el espejo, ladeable, la manda a cualquiera de cinco puestos de observación a elección, dispuestos alrededor del telescopio, entre el obelisco y el pozo. La imagen tiene una resolución equivalente a la lectura de una placa de inmatriculación de automotor a cien kilómetros.

Pero, con toda esta magnificencia, ciertamente podría ser una pauta de relativización para perfeccionistas insatisfechos con su propia imperfección, el hecho de que, así como el radiotelescopio de 27 pantallas no tiene, a pesar del poderío de medios que le dio nacimiento, toda la perfección teórica deseable - con su brazo más corto que los demás y con su dirección no perfectamente sur-norte - así, este heliotelescopio, a pesar del poderío de medios que le dio nacimiento, tampoco tiene toda la perfección teórica deseable.

Su punto de imperfección está en sus espejos - cuando sus espejos podrían haber sido más cerca de la perfección aún.

Resulta que, en los espejos tales como están, aun con el mejor material disponible en el momento de encargarlos, la faz expuesta al calor del Sol expande más que la faz de atrás, deformándose así el espejo - y la imagen que éste refleja - por cuanto hay que ir compensando el calor solar de la faz delantera de los espejos, calentando eléctricamente la faz de atrás - cuando, >>>>>>>>