Manejan y controlan los telescopios por control remoto; y reciben las informaciones detectadas por los instrumentos también remotamente - por medio de conexiones electrónicas, y de juegos de espejos en una tubería, entre los telescopios allá arriba, y ellos abajo en su cueva.
■* El primero de los dos observatorios que visitamos esta mañana se podría llamar un observatorio de rutina. Uno de sus telescopios está conectado con pantallas de televisión en circuito cerrado en varios lugares, para mostrar a quien quiera mirar qué pasa allá arriba en el Sol. Sus otros telescopios, todos, montados aquí también en agrupación paralela en un mismo soporte, vigilan el Sol permanentemente; cada uno, provisto de su cámara fotográfica con rollo de película de casi 2.000 fotografías, y todos, tomando sin pausa fotografía tras fotografía, todo automáticamente a un ritmo pre-establecido, con una secuencia de filtros pre-establecida.
Los astrónomos a cargo de este observatorio ni siquiera están en el edificio; ni siquiera en su subsuelo como sus colegas en el caso anterior; están en otro edificio, totalmente separado de ésta cúpula y de sus telescopios. Lo único que tienen que hacer es venir a recoger sus rollos de películas expuestas - una vez al día, o cada dos o tres días, según la frecuencia de ritmo elegida.
¿Dónde está la intimidad entre el astrónomo, el telescopio y el cielo?
■* Finalmente, el segundo observatorio que visitamos esta mañana es el tercer observatorio de este grupo de observatorios. Esta última instalación es absolutamente única. Ni siquiera tiene la apariencia externa de un observatorio.
El desafío que incitó y guió a los creadores de este observatorio fue la pregunta de cómo solucionar, tanto los habituales problemas comunes a todos los observatorios astronómicos como los problemas específicos de observatorios solares en particular, tales como turbulencias en la abertura del domo, turbulencias dentro del sistema óptico, convección local, recalentamiento del domo, recalentamiento del telescopio.
O Elimínese la abertura del domo; no más turbulencia ahí.
O En realidad, elimínese el domo; no más recalentamiento ahí.
O Constrúyase un obelisco hueco, de paredes de 90 centímetros de espesor de hormigón, pintado de bióxido de titanio, y encamisado en una tubería de enfriamiento; no más calor adentro.
O Désele al obelisco suficiente altura, digamos 41 metros; no más convección ahí.
O Cávese debajo del obelisco un pozo, digamos de 58 metros de profundidad, de >>>>>>>>