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Esta mañana, durante el desayuno, escuchamos un programa radiofónico dedicado al movimiento de música folklórica contemporánea en Sudamérica, destacándose sus caracteres de renacimiento de la cultura local y de reflejo de ideas políticas; pero no importa de qué habla, eso sí es música no clásica que le apacigua los nervios a uno, en vez de ponerlos de punta.
Hoy, domingo, por fin salimos de Santa Fe; no porque hayamos terminado todo lo que teníamos que hacer sino por desesperación porque hay que seguir adelante.
Nuestra próxima meta es la ciudad de Albuquerque.
Hay aproximadamente una docena de aldeas de paraborígenes en esta zona de Santa Fe y Albuquerque. Decidimos visitar dos de estas aldeas; las dos donde, según se dice, más sinceramente guardan sus tradiciones, Santo Domingo y Zía.
Estamos en Santo Domingo. La mejor palabra para describirlo parece ser villorrio.
Dos cosas están bien a la vista; por una parte, las dos kivas, que parecen coexistir apaciblemente con la iglesia cristiana; y, por otra parte, una cantidad de carteles con toda clase de prohibiciones: se prohibe tomar fotografías, hacer esbozos o dibujos a mano, hacer grabaciones magnéticas, siquiera acercarse a las kivas, entrar con vehículo automotor a la plaza central - la que, incidentalmente, parece más bien un ex-chiquero de donde mudaron los chanchos por haberse vuelto demasiado embarrado.
Quisimos visitar la iglesia por dentro, pero estaba cerrada. Averiguamos por qué estaba cerrada; porque ... hoy es domingo, está abierta todos los días salvo los domingos.
Preguntamos la razón de las varias prohibiciones, en particular de la prohibición que se refiere a las fotografías; la gente en la calle no supo darnos una razón.
Ah, nos íbamos a olvidar; uno de los carteles de prohibición hasta está escrito también en alemán.
Acabamos de cruzar nuestras propias huellas.
Estamos cerca de las ruinas de la aldea autóctona cerca de Bernalillo donde Coronado pasó su invierno de 1540 a 1541 y donde nosotros pasamos una noche, hace ocho meses - si bien podrían ser dos años, por todo lo que hicimos, todo lo que nos sucedió en el ínterin.