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Se cuenta, respecto a esta batalla, una historia que suena como una legenda pero que no es imposible; con dos explicaciones, una, paranormal, una, normal. Es así.

Cuando Custer y su banda se hubiesen alejado de su fortín a "cazar indios" - que es lo que los iba a llevar a Little Bighorn, y cuando la gente que los fue a despedir hubiese regresado al fortín, esa gente vio a Custer y su banda reaparecer como un destacamento de fantasmas marchando por el cielo. Explicación paranormal: presagio del destino; explicación normal: un famoso caso de espejismo.

Otro interés de esta batalla es que Custer debe de ser el vencido más glorificado de la historia: hay por lo menos cuatro sitios llamados Custer en Montana; y por lo menos otros cinco, en Dakota del Sur.

Esta batalla que venimos a conmemorar aquí es solamente una de las muchas que se libraron en estas partes entre invasores y defensores, hace alrededor de cien años, a veces, aun menos.

Según leímos en un libro escolar vespucciano de historia, llevó unos treinta años de pelea brutal, costosa, larga, dura, y de promesas violadas - todas estas apreciaciones, del libro escolar vespucciano - para cometer el despojo, debido a la notable resistencia india.

Incidentalmente, esta reserva y los paraborígenes que aquí viven, son conocidos oficialmente como Crow, o sea Cuervos, mientras que su nombre verdadero, según aprendimos hoy, es Absóloga, Absóroca, algo así.

Seguimos viaje hacia el este.

Salimos de la reserva de los Absólogas/Absórocas y entramos a la reserva de los Sha-Hi-Ie-Nes, lindante.

Sha-Hi-Ie-Nes. Otro epíteto no muy benévolo descerrajado a una etnia como Gente con Idioma Ininteligible por una etnia vecina y ávidamente adoptado por los invasores como Cheyennes - transcripción de sonidos paraborígenes que, en castellano, es más lógico escribir Shaienes.

La vegetación mejoró tanto que, ahora, estamos sorprendidos por un verdadero gran bosque de coníferos y de follíferos, un espectáculo no visto hace mucho ya - y, en un campo de concentración de paraborígenes, más sorprendente aún. Los colores de las hojas nos hacen recordar de que, sin duda, estamos en otoño.

Coníferos-follíferos. Otra vez el desatino de poner en paralelo dos cosas, en su esencia, absolutamente inequiparables; desatino impuesto por la docta absurdidad de catalogar árboles en árboles de hojas caedizas y árboles coníferos; desatino por el cual sufrimos desde el principio de la Expedición.