vuelta, con el pie, a dicho cuero y esqueleto desecados, nos encontramos con que, en el otro lado del cuero, había, incrustados, un pedazo de un reflector y nada menos que ... la placa de inmatriculación del vehículo, una chapa de Montana - el número quedará anónimo. Si el conductor supiera ...
Otro antílope fuera de su terreno, y otra vez le ayudamos a encontrar su camino de vuelta. ¿Cómo se las arreglan para encontrarse del lado de la carretera y no poder regresar?
Ahora, otra vez un poco de historia. Estamos otra vez en un cruce con una de las huellas de la infiltración blanca en territorio ajeno.
En la época de los grandes movimientos, cruzaban por este sitio unas 300 carretas de bueyes por día, acompañadas de millares de cabezas de bovinos, equinos y mulares.
En nuestros encuentros anteriores con estas huellas del siglo pasado - sí, la invasión es tan reciente - y en este cruce también, pasamos mentalmente de la mera abstracción filosófico-histórica a la realidad de atravesar estas inmensidades desérticas sin tener dónde repararse, dónde esconderse, en un terreno que, a nosotros desde la carretera asfaltada, parece prácticamente llano, pero que, mirándolo en detalle, es un sinfín de subidas y bajadas que, seguramente, para carretas recargadas hundiéndose en el lodo, presentaban un sinfín de grandes problemas, sin otra esperanza de ayuda que los brazos y el lomo, propio y de sus compañeros de viaje.
En un cartel conmemorativo, junto con la obligada glorificación del "espíritu patriótico" de los infiltradores, también hay, tallado para la posteridad, el infaltable error de ortografía vespucciana; y no hay duda de que muchos descendientes de hoy de aquellos infiltradores se detienen aquí con orgullo - al juzgar por el amontonamiento de basura que dejan alrededor del marcador para, sin duda, conmemorar su paso propio. Es increíble la basura que hay aquí, y en muchas partes.
Nos estamos acercando al pueblo de Pinedale. Desapareció el campo abierto. Aparecieron campos alambrados; y, en algunos de ellos, hay vacunos en cantidades impresionantes.
El pueblo de Jackson tiene algo sorprendente, para no decir único, en Vespuccia y en Canadá: un pequeño parque de una manzana, en el medio de las calles; con árboles, con césped, con una estatua, con bancos, con cuatro arcos fantasmagóricos en las respectivas esquinas, hechos por la acumulación, el entretejimiento, de centenares de cornamentas cada uno; con un poco de tranquilidad; y la estatua, muy creativa, de un domador de potro en acción - esta estatua tuvo tanto éxito que se volvió el emblema de Wyoming, repujado en las patentes de los automotores de este estado.
Una de las entradas al parque
Es admirable la abnegación de esta municipalidad, que se niega a sí misma el >>>>>>>>