diámetro del semi-círculo que estamos recorriendo; en un país donde hay comunicaciones viales por todas partes, debe de haber una razón poderosa para dejar semejante extensión de tierra totalmente incomunicada.
Seguimos en aridez, pero ésta ya ni está visualmente atractiva; desapareció el óxido de hierro, o sea desapareció el color rojo, en toda su gama, que nos acompañó sin pausa en estos últimos días; ahora, todo está gris.
Recién, tuvimos una interesante demostración de la influencia de la altitud en la vegetación. Tuvimos una larga subida, y luego, correspondiente bajada, con un desnivel de un poco más de 1.000 metros en cada dirección; fue interesante observar, en la subida, surgiendo de la aridez, primero, la discreta aparición, y luego, en la cumbre, la afirmación, de bosques, y entonces, en la bajada, su escalonada desaparición, hasta dar, otra vez, paso a la aridez.
El tremendo medio-círculo que estamos recorriendo está redituando un imprevisto interés, en ambos sentidos de la palabra, que nos hubiese quedado inexistente si hubiese sido posible ir en línea recta.
A medida que van pasando el tiempo y los kilómetros, encontramos cada vez más irresistible la idea de incluir en nuestras anotaciones el extraordinario perímetro de una reserva de paraborígenes que está todo alrededor de nosotros.
Ya hemos visto bastante curiosos perímetros asignados a campos de concentración de paraborígenes pero éste pasa todos los límites, no se puede explicar de palabra, hay que verlo para creerlo. Así que aquí está.
El campo de relegación de los Uintas - muy curiosamente, así escrito en inglés, en vez de Winta, que tendría más visos de inglés; y de los Aures - ortografiado, en inglés, ahora sí como se podía esperar, Ouray.
Llegamos al sitio paleontológico de los dinosaurios, pero ya al anochecer; así que vamos a pasar la noche aquí no más, a la entrada del sitio.