Aquellos pájaros, aprendimos luego, eran buitres, y no es extraño que sus evoluciones aéreas resulten, y hayan resultado, cautivantes: buitres con una envergadura de hasta 1,8 metro.
Estamos en el pueblo navajo de Kayenta; con la sorpresa y el interés de una pequeña feria; bastante muerta, hay que decir. De todos modos, notamos varias cosas.
Se ve la diferencia entre la generación vieja y la generación joven a la legua, sin percibir la persona en detalle - por la manera en que visten. Las mujeres adultas, de faldas largas y amplias, y túnicas. Los hombres, con cabello muy largo juntado en una cola, doblado y atado atrás de la nuca. Y ambos, mujeres y hombres, con joyas y más joyas de turquesas. Mientras que los jóvenes, generalmente, probablemente sentirían vergüenza no ostentar el uniforme monocromo aburrido de hoy.
Volviendo a las joyas y las turquesas, éstas se ve por todas partes en la gente adulta: broches, a veces grandes como plastrones cubriendo medio pecho, brazaletes, pulseras de reloj, cinturones, peinetas en el cabello, sortijas, hasta las hebillas de los cinturones de hombres; en muchos casos, las turquesas, mezcladas con plata pura, o por lo menos maciza.
Por lo visto, cuanto más grandes las piedras y más grandes las piezas hechas con las piedras, tanto mejor. Algunas de las mujeres parecen exposiciones ambulantes y parecen más bien preparadas para una fiesta o un ritual que caminando por una feria de cuarto grado.
Lo más curioso de las joyas no es la expresión artística - que no es nada entusiasmante - sino el contraste entre los precios y el tipo de personas luciéndolas. Dijo Božka: otra gente tiene su dinero en el banco y estas mujeres se lo llevan puesto.
Y sin embargo, a pesar de esta ostentación de, y aparente apego a, las turquesas en todas sus combinaciones, tenemos dificultad en aceptar que se trate realmente de una expresión íntimamente ligada al espíritu básico de esta gente. Si nosotros mismos podríamos comprar, por bolsas, todos los elementos necesarios para hacer las joyas; y, como muestra, de hecho, compramos una bolsita de turquesas - por colmo ya perforadas, y perforadas ¿cómo? industrialmente con una máquina supersónica japonesa; estas turquesas, las tenemos ahora. Y así compran los componentes ya todo preparados estos Navajos, y lo único que hacen es pulir las turquesas y luego unir y armar todos los ingredientes, en cadena, para hacer sus joyas; y ello nos parece más una expresión de producción industrial que un reflejo genuino de la intimidad de una cultura supuestamente menos mecanizada y menos mercantil que la blanca.
Además, muchas veces lo que parece ser plata no lo es, sino que es simplemente níquel plateado, no una prueba convincente de sinceridad, tanto por parte del que hace, como por parte del que lleva, estas piezas; a lo sumo, parece ser el >>>>>>>>