Pasamos del estado de Utah al de Arizona, pero volveremos a Utah.
Estamos a quizás unos 80 kilómetros del Gran Cañón desde el norte.
La carretera acaba de cambiar de rumbo, de sur a este.
Para extasiarse. A nuestra izquierda, o sea hacia el norte, un hermoso hojaldrado de extensos farallones aproximadamente paralelos a la ruta y entre sí, cada vez más alejados hacia el norte, cada vez a una altitud mayor que los más cercanos, y cada uno de un color diferente: murallas, paredones titánicos; son, ni más ni menos, que aquella sucesión de afloramientos de edades sucesivas, algunos de los cuales están allí a la vista, bien de frente.
El color más cercano es bermejo; el siguiente, atrás de éste, es tiza; el que sigue, es más apagado, algún gris; se ve una última franja en la distancia, encima de las anteriores, de un color muy oscuro que ni podemos identificar y que será sin duda el óxido de hierro del Anfiteatro Bryce. Así que nosotros estamos, ahora, en el afloramiento penúltimo, y pronto llegaremos al afloramiento más antiguo de todos, el que forma la orilla norte del Gran Cañón.
Qué paciencia, acumular grano a grano por sedimentación tantos centenares de metros de espesor. Este material que, hace centenares de millones de años, es sedimento, ¿qué era, dónde, en los centenares de millones de años antes de su sedimentación?
No hay duda, nos estamos acercando al Cañón. Después de los interminables desiertos, estamos envueltos por magníficos bosques de hermosos pinos ponderosa; sello de la orilla norte del Cañón, aún más propicia a floresta que la orilla sur, según nos enteramos en la orilla sur.
Llegamos, vimos - y ya nos fuimos. Son las 22. No es el momento para empezar a ordenar impresiones encontradas y, peor, entreveradas. Mañana será.
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Según esbozamos anoche, llegamos, vimos y nos fuimos. Todo, en cuatro horas y media, desde las 16 - hora de Arizona, porque, al pasar de Utah a Arizona, otra vez cambiamos de zona horaria; pero esto ya se está volviendo un loquerío - desde las 16, decíamos pues, cuando el Sol se estaba aproximando ya al horizonte, hasta las 20:30, cuando era noche cerrada; después de lo cual, tuvimos que viajar todavía una hora y media para salir de los límites del parque del Gran Cañón del río Colorado, fugarnos del hacinamiento, y encontrarnos un lugarcito tranquilo en los bosques de las afueras para pernoctar. Que es donde recién amanecimos.