aceptable, y en el sur de Utah no será mejor porque los vientos predominantes van trayendo más radiaciones radioactivas, de Nevada; así que habría que omitir esta zona por completo o apurarse de verdad.
Pasamos la ciudad de Provo; más exactamente dicho, por fin salimos de los increíbles 70/75 kilómetros - debe de ser - de corredor urbano en esta aridez, desde Ciudad Salt Lake a Provo.
La topografía, siempre la misma: una llanura árida rodeada por sierras áridas; las sierras se yerguen por todas las partes, pero parece que siempre hay, en algún lado, un espacio llano por donde la carretera logra escurrirse.
Se hace evidente otra vez la confrontación entre la aridez y el riego; la verdad es que, salvo la zona costera de los estados de Washington y Oregon, todo el oeste de Vespuccia parece ser un desierto puro y simple. Como ya observado, la aridez se vuelve especialmente evidente en los campos arados y no bajo riego, donde el viento muy fuerte que predomina sin pausa levanta grandes nubes de polvo.
Lo curioso es que, de vez en cuando, hay campos anegados, incluso recién vimos un cartel indicando un trecho anegadizo de la carretera; lo que pasa es que esta zona no tiene desagüe, así que lo poco que llueve, cuando llueve, no puede hacer otra cosa que acumularse y causar estragos.
Lamentablemente, pero como previsto, las radiaciones radioactivas siguen tan frecuentes como antes.
Por fin nos desviamos del infierno de la autopista. Tomamos un camino segundario hacia nuestra próxima meta, el parque nacional del Cañón Bryce.
Ya, en seguidita, esta nueva carretera se adentró en una quebrada que promete ofrecer lindas formaciones rocosas; pronto va a anochecer, no nos queremos perder las vistas; vamos a pernoctar aquí no más, en un tupido campo de salvia cerca de un arroyo de montaña ya entre las paredes de la quebrada.
Las chicharras hacen un ruido ensordecedor, la Luna casi llena está apareciendo encima de una de las crestas de la quebrada. Es una delicia para el olfato, el oído y la vista.
Falta resarcir una omisión.
Hoy también cruzamos las huellas de la expedición de los frailes Domínguez y Escalante, quienes, con una partida de exploradores, salieron en 1776 de Santa Fe en Nuevo México con el propósito de establecer una conexión terrestre entre Santa Fe y las misiones de California; pero quienes, al llegar a esta zona, que fue en invierno, abandonaron su propósito original y, dando vuelta hacia el sur, hacia lo que hoy es Saint George, eventualmente regresaron a Santa Fe. >>>>>>>>