están vacunados - contra una enfermedad en particular que parece ser el flagelo del mundo trucheril. Entre el tiempo que pasan bajo techo y al aire libre, necesitan un año para llegar al tamaño de consumo.
Las truchas
•> En cuanto a la comida, se entiende que es comida calculada y balanceada en grado máximo. Hay dos maneras de servirla.
•→→ Una manera de regular las veces que se les da de comer a los peces es por edad. Cuanto más jóvenes, tanto más a menudo se les da de comer: desde cada 30 minutos cuando muy jovencitos, hasta solamente tres veces al día cuando ya crecidos; todo ello - o sea tanto el balanceo de la comida como la frecuencia de las comidas según la edad - regulado y controlado por la obligada procesadora.
•→→ Otra, nueva, manera de adaptar la disponibilidad de comida, mucho más práctica y mucho más de acuerdo a la realidad que lo que cualquier procesadora podría organizar es simplemente colocar un recipiente encima de la superficie del agua, con una varilla llegando del recipiente hasta debajo de la superficie del agua; e, ingenio de ingenios, cuando las truchas tienen hambre, lo que es siempre - nuestro guía nos dijo que las truchas son los chanchos del agua - simplemente tocan la varilla con su cuerpo, y con cada movimiento de la varilla se caen tres o cuatro gránulos al agua para deleite de las truchas. Hay que ver qué bullicio hierve cuando centenares de truchas se mueven alrededor de aquella varilla mágica.
Al contrario de lo que pasa con alimentos de otras especies, como aves de corral o ganado, a los peces no les dan hormonas u otros acelerantes de crecimiento. La manera de influir en el crecimiento de los peces - y no necesariamente para acelerarlo sino a veces para frenarlo - de manera a adaptarse a las demandas del mercado, es aumentando o disminuyendo no solamente la comida, lo que sería lo obvio, sino también el nivel de oxigenación del agua.
•> Finalmente, llega el momento cuando a las truchas se les termina la linda vida o, más simple- y crudamente, se les termina la vida. Pero se les termina más tranquilamente que a los peces horriblemente enganchados en la boca por un anzuelo y sacados del agua con todo el peso del cuerpo, multiplicado por los espasmos del espanto, colgando en las membranas de la boca.
Después de 24 horas en ayunas, se las saca del agua y se las deja sofocar, o sea ahogar en aire - por lo menos es lo que nos dijo nuestro guía; pero a nosotros nos pareció demasiado corto el tiempo, y no nos sorprendería que, en la misteriosa caja donde sofocan, se les ayude con algún producto químico.
De todos modos, luego, se las pasa por una secuencia de máquinas que, en una secuencia de operaciones, todo automático, cambia, en 30 segundos, un pescado recién sacado del agua en un pescado listo para la sartén: