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puramente geológico, porque la de Alta California, a su vez, tiene su emocionante interés histórico de los Modocs.

Un encuentro inesperado que agregó interés humano a este "rápido" vistazo de cuatro horas fue con un grupo de jóvenes sordo-mudos a quienes un guarda del parque les explicaba lo que veían, por intermedio de un intérprete del lenguaje de las manos.  Muy loable.

Estamos llegando casi al pueblo de Shoshone, o sea que recorrimos unos 130 kilómetros - y siguen los campos de lava. En gran parte, están cubiertos de una escasa vegetación desértica, lo que indica que son más viejos que los que vimos más al norte - ¿o quizás solamente que esta zona es más propicia a vegetación?

Recién vimos algo de no muy buen agüero: un cartel vial indicando la entrada a unas cavernas como refugio de defensa civil, entiéndase como refugio para la gente que vive en las ciudades, contra cohetes rusos.

Recién vimos uno de los estereotipos de la incultura popular vespucciana. Vimos una atracción turística que consistía en visitar una caverna en las capas de lava, con la entrada a la caverna entre el despliegue a gran pompa, de toda clase de carteles, cada cual más chillón que los otros, de una gran reproducción, de tamaño por lo menos natural si no más grande, de un dinosaurio, y de otra reproducción, ciertamente cuatro veces más grande que natural, de un mal-llamado "indio" en el pleno esplendor de plumas y otros pertrechos queridos del simbolismo popular.

La pregunta es ¿qué relación hay entre cavernas de lava, dinosaurios e indios? La respuesta es que ninguna. Salvo que, en la cultura popular de este país, dinosaurios e "indios" son criaturas igualmente exóticas que, naturalmente, no se puede sino clasificar en una misma categoría; y ambos son un símbolo de vacaciones familiares, que se trate de cavernas o de cualquier otra cosa.

Una medida de a qué punto una típica familia vespucciana considera un "indio" no como una persona con dignidad de persona sino como una curiosidad de diversión en la misma categoría que un dinosaurio de plástico o algún animal zoológico, la da una advertencia que leímos en un folleto destinado a turistas que potencialmente se animarían a visitar alguna reserva paraborigen. Leemos: "Never photograph an Indian or his possessions without his permission." Cuando a esos mismos Vespuccianos, God-fearing y law-abiding citizens, ciudadanos temerosos de Dios y respetuosos de las leyes, según se precian a sí mismos, no se les ocurriría fotografiar a algún extraño - ni Blanco, ni Negro, ni Asiático - como si fuera bestia de circo.

Recién acabamos de ver una combinación bastante incongrua: un río artificial cruzando la porosidad de los campos de lava, o, si se quiere, un canal de cemento blanco serpenteando por entre, y encima de, las lavas negras, y >>>>>>>>