[³] En cuanto al cañón Grand Coulee, o Grande Coulée, o Granculí, estamos - tanto la represa como la ciudad como nosotros - a una de sus dos extremidades, por cuanto, de él, todavía nada vimos. Tenemos pensado recorrer su borde. Así que veremos.
Antes de echar a andar, lo más impresionante de la represa quizás es la noción de que esta agua embalsada y explotada en esta represa de Grand Coulee ya fue embalsada y explotada en cinco otros diques, en Canadá, y será embalsada y explotada en once otros diques hasta llegar a la represa de Bonneville que ya conocemos. En total, diecisiete diques explotando la misma agua.
Empezamos a viajar hacia el sur por la orilla oriental del cañón Grand Coulee.
Primero, pasamos por el pueblo hermano del pueblo de Grand Coulee, con el nombre sumamente apropiado de Electric City.
En cuanto al cañón, no hay tal cañón; lo que era un cañón está lleno de agua hasta el borde; así que hoy, a la vista, es más un lago en salchicha que un cañón.
Era este cañón, en tiempos geológicos muy pretéritos, durante cierto tiempo, el paso del río Columbia antes de que éste retomara su curso presente - que también había sido su curso original. En otras palabras, el Columbia tuvo una vez un curso original, se mudó a otro curso, y eventualmente retomó su curso original.
Y ¿por qué tanto capricho? es la curiosidad natural. Cambiar de curso una vez, y acaso una segunda vez, a una tercera posición, nada tan extraordinario. ¿Pero regresar a su curso anterior? Es que, dicen los geólogos, el río Columbia no cambió por voluntad propia, no se virtió de un cauce a otro cauce por natural evolución de su lecho sino porque así fue obligado por obturación de su curso original por la intrusión de una lengua de glaciación; y cuando la glaciación se derritió, el río violentado recobró su curso primero, del cual no se había apartado él sino del cual había sido desalojado.
En este cañón por donde ya no fluye, el Columbia se desplomaba por dos cataratas puramente gigantescas - un sistema de cataratas en su mitad septentrional, y otro sistema en su punta meridional.
Nos estamos aproximando al primero de estos dos sitios, pero está por anochecer y nos vamos a instalar para la noche. Nada de intimidad silvestre; nos vamos a quedar totalmente en descubierto al borde del agua, con grandes farallones bordeando por todos los lados este terreno árido.
Las paredes de los farallones están literalmente impregnadas de dos colores, un amarillo casi violento como si fuera puro azufre y varios tintes >>>>>>>>