E inesperadamente tenemos que seguir hablando de bandera. Naturalmente que de la bandera vespucciana, ahora. Muy curiosamente, por la misma temática que nos ocupó respecto a la bandera canadiense.
Es que se nos impuso la noción de que la bandera vespucciana tiene un defecto similar al defecto de la bandera canadiense - el defecto de no simbolizar con impecable homogeneidad todos los ciudadanos del país por igual.
En el caso de la bandera vespucciana, perpetuando una diferenciación entre los estados fundadores, por voluntad propia, y los admitidos posteriormente, por voluntad de los estados fundadores; teniendo, en la bandera, los estados fundadores, derecho a una franja y a una estrella cada uno, y los estados admitidos, derecho solamente a una estrella perdida en la polvareda de todas las demás estrellas; lo que no deja de ilustrar, mantener y destacar dos clases de estados, dos clases de ciudadanos - inevitablemente, una clase más gloriosa y una clase más prosaica - cuando, aunque tal estratificación sea cronológicamente cierta, una bandera tiene que ser un símbolo totalmente intercambiable entre todas las fibras de una nación.
De manera que es casi inevitable llegar a la conclusión de que todas las banderas prosaicamente perdidas en la muchedumbre de banderas basadas en alguna combinación de colores atemáticos son más aptas a crear un foco de unificación para todos los ciudadanos por igual.
El carácter del valle va cambiando. ¿Débese la menor densidad de población a que, del lado canadiense, es la parte más meridional del país, por lo tanto más atractiva, mientras que, del lado vespucciano, es la parte más septentrional, y por lo tanto menos atractiva, del país? ¿Podría haber otras razones, como en el caso del ferrocarril transversal?
Vimos nuestra primera hoja desprendiéndose de una rama.
Entramos en la muy extensa reserva autóctona de Colville.
Nos maravillamos de ver un campo de concentración paraborigen de tanta belleza - toda la belleza que nos estuvo acompañando últimamente; nunca vimos semejante reserva indígena.
Ah, pero momento, ¿qué es eso?; aberración, fue sólo breve e inexplicable aberración. De repente, nada; se terminó la lujuriante vegetación, se terminó la humedad, se terminaron las sierras; como por obra de batuta mágica, emergimos en un ambiente perfectamente desolado de colinas resecas, peladas, con apenas un poco de pasto duro, seco. Así que, ahora sí, estamos en un campo de concentración paraborigen creíble.
Lo vamos a cruzar en diagonal hacia el sureste porque, si no nos equivocamos, su confín sureste es, al mismo tiempo, el confín noroeste de una vasta región >>>>>>>>