Sí, el tiempo está lluvioso; y muy ventoso. Las hojas tienen tintes cada vez más evidentemente amarillentos. Ayer fue el primero de septiembre; y desde ayer, el ambiente y el calendario coinciden en una palabra: otoño; por lo menos, en estas partes; vamos a ver cómo están las cosas más al sur.
La carretera pasa a la otra orilla del río Columbia. El cruce es por transbordador; aquí, no podría haber puente; el río está innaturalmente ancho, un verdadero lago; como ya dicho, probablemente por uno de sus diques.
No es muy tarde todavía, pero tenemos la suerte de estar en esta ruta, segundaria y con una hermosa vista, y nos tememos que esta feliz combinación sea la última en mucho tiempo por venir, y es ésta nuestra última noche en Canadá; así que vamos a pernoctar en este lugarcito antes de llegar al pueblo de Nakusp.
Aquí estamos
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Esta mañana, nos despertamos con momentos alternadamente de lluvia ligera y de Sol tímido, con una temperatura benigna como si Canadá llorara nuestra partida y nos deseara un buen viaje.
Estamos disfrutando un agradabilísimo viaje por una combinación, de fondo de valle parcelado en pastizales y lagos, de crestas laterales abigarradas de hojas y agujas, y de una carretera íntima escrupulosamente serpenteando como para no tocar el ambiente.
Ya pasamos un par de pueblitos encantadores; el primero, Rosebery, primoroso, y el segundo, Silverton, con un simpático conjunto escultórico hecho simplemente de varias hileras de viejas maquinarias de minería de tiempos pasados, todas bien pintaditas de colores negro y aluminio, un refrescante cambio, de sinceridad, con la hipocresía pretensiosa de los pedazos de chatarra que se quiere imponer como esculturas en los grandes centros urbanos de hoy.
"Arreando" troncos, cerca de Rosebury
Esta ruta no se encuentra en los mapas turísticos; sin embargo, es tan hermosa, tan atrayente, tan sorprendente, como las que más; y, mientras uno se cansaría bien rápido de un famoso e intelectual paisaje como el de Jasper a Banff, una vez absorbido su interés, creemos que, de este paisaje, uno no se cansaría jamás, quizás porque está más cerca del corazón que del intelecto.
No hay duda de que el otoño está aquí. Arboles enteros, hileras de árboles enteras, se están vistiendo de los colores entre amarillo y herrumbre que son la marca indudable del otoño.
Parece que este valle, a más de su belleza natural, y de su gente trabajadora - por lo que muestran los pastoreos y las casitas - también tiene gente creativa.