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ciertas campiñas europeas. Las torres de almacenamiento, en vez de ser industriales, pocas, voluminosas y de mampostería, son artesanales, muchas, bajitas y de chapa ondulada.



Los muchos "elevadores" de Hythe

Grande Prairie; conocido por sus cisnes bocinadores; descubrimos que la realidad no se ajusta más a la fama - primero, que estos cisnes no son indígenas de la zona sino que solamente paran aquí en primavera y en otoño, en sus idas y vueltas migratorias; segundamente que, si bien es cierto que, hace 15 ó 20 años, se los veía descansar aquí en bandadas de a 50 ó 60, ahora, se los ve - cuando se los ve - de a 10 ó 15 solamente; de todos modos, para nosotros es, pues, la época mala del año, así que seguimos.

Al este de Grande Prairie, la campiña sigue de gran agradabilidad visual, con amplias vistas variadas; y de mucha actividad agraria. No es por nada que, en los pueblitos, el negocio de maquinarias agriculturales parece ser el punto central.

Lindo tiempo soleado; las formas de las nubes contribuyen al aspecto bucólico del cuadro; la ruta, bastante buena.

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Esta mañana, nos despertamos en la tranquilidad de un tupido bosque de follíferos.

En el instante mismo de prender la radio, nos encontramos con una línea melódica de un violín solista elevándose hacia las alturas y nos dimos cuenta de que estábamos de vuelta en la civilización, probablemente porque estamos al alcance radial de Edmonton. Hay que aceptar el hecho de que todos aquellos lugares alejados que tienen tantas maravillas, y sin quitarles nada de lo que tienen, son un perfecto vacío cultural; no es que les falte belleza, grandeza, interés intelectual de su existencia misma, pero no tienen cultura, no tienen aquella combinación de esencias estéticas e intelectuales filtradas por el sentir y el pensar humanos.

Volviendo a la música de nuestro despertar de esta mañana, no solamente fue un programa de música no-limadora, sino que, archisorprendentemente, fue una combinación de música como muchas veces nos habíamos preguntado por qué no existía; y aquí, lejísimos de los supuestos centros culturales de la Tierra, por primera vez escuchamos una tal combinación, con un eclectismo cosmopolita; incluyendo todo lo siguiente: música clásica europea - y no de la trillada, más bien un concierto para violín de Vieuxtemps - música bailable gaélica, música popular rusa cantada, música bailable del Renacimiento veneciano, música japonesa - si bien, ésta, a nuestro entender, penosamente bastardizada por una influencia europea, con la instrumentación sólo nominalmente japonesa y los intervalos acústicos reducidos a las escalas temperadas europeas; pero, >>>>>>>>