Si el eje terráqueo estuviese aplomado, vertical, la división luz-oscuridad durante el año, en esta zona, sería una alternación de 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad, todo el año, o sea
6 meses de oscuridad acumulada por año,
6 meses de luz solar acumulada por año.
Tal diferencia de duración de iluminación solar anual entre el eje inclinado y el eje aplomado es desatendible:
sólo 5 meses de iluminación con el eje inclinado,
6 meses de iluminación con el eje aplomado.
La importancia de la diferencia entre el eje inclinado y un eje aplomado no está en esta diferencia de duración de la iluminación sino en la intensidad de la iluminación.
Es esta diferencia de intensidad de iluminación solar entre el eje aplomado y el eje inclinado lo crucial: con el eje terráqueo vertical, la luz solar durante las 12 horas de cada día sería sólo crepuscular, insuficiente, aun acumulada en un total nominal de 6 meses de iluminación, para promover semejante crecimiento; mientras que, con el eje inclinado hacia el Sol, la intensidad solar es suficiente, aun con sólo 5 meses de iluminación, para promover semejante crecimiento.
Siempre que haya habido torridofacción.
(*) En cuanto a la supuesta maniobra publicitaria de Erik Thorvaldsson El Rojo y a su posible titánica alternativa como orígenes de la palabra Groenlandia, la cosa es así.
Esos farallones groenlandeses, su austeridad, su aspereza, su aridez, su dureza aun más de personalidad que de la propia piedra, revivificaron nuestro habitual incrédulo asombro ante el hecho de que - sin siquiera mencionar su implausibilidad, y la posibilidad, hasta la deseabilidad, de otra posibilidad - se dé, tan universalmente, y se acepte, tan universalmente, la explicación de que esta isla, aplastada y hundida en la corteza terrestre bajo el peso de tres kilómetros de espesor de hielo, llegó a ser denominada Groen Land, Tierra Verde, porque así la exaltó, en una de las más descaradas, fraudulentas, maniobras publicitarias inmobiliarias de la historia, Erik El Rojo a sus compatriotas vikingos en Islandia con la esperanza de reclutar a algunos de ellos como colonizadores.
Aunque se acepte - ¿y por qué no? - que Erik El Rojo haya visto alguna praderita para ovejas a orilla del mar en la semana más propicia del año, como granito de verdad alrededor del cual se aglutinó la perla de la insostenible exageración, la cosa no es tan plausible que no quede lugar para, por lo menos, una mención, incluso para una necesidad intelectual, de alguna otra posibilidad; por ejemplo, la posibilidad de Cronos; sí, el Cronos de la antigua mitología griega.
Resulta que Cronos, uno de los doce Titanes y Titanesas, hijos e hijas de Urano y de Gaea, dios del cielo y diosa de la tierra, subyugó a todos sus once >>>>>>>>