Incidentalmente, éste es uno de los tantos casos intelectualmente dolorosos de las deficiencias del idioma inglés: los hidroaviones, los llaman en inglés sea-planes, o sea aviones de mar, aun cuando los utilizan en lagos; y en vez de tener una linda palabra descriptiva como acuatizar, el inglés no tiene otro concepto que aterrizar; pero al espíritu anglófono no le parece raro manejar conceptos como que "un avión de mar aterriza en un lago".
Y volviendo a este aeropuerto, también hay helicópteros.
Así que es todo casi un museo de aparatos voladores, que hace que el tiempo pase muy rápidamente; y pasa todavía más rápido si uno empieza a fijarse en detalles - como ser la diferencia en la manera de arrancar los motores a chorro y los motores a hélice, la casi infinidad de formas de los pequeños aviones, de dos a veinte asientos, la rapidez de despegue de los varios tipos de aviones, así como los varios ángulos de subida. Aquí, se puede ver fácilmente todo ello, en contraste con otros aeropuertos, donde el público está totalmente separado de la actividad en las pistas, como lo es de las salas de cirugía.
Levantamos vuelo. Desde el primer instante, vemos, en la increíble realidad, una multiplicación por mil de lo que habíamos contemplado simbólicamente tantas veces en los mapas: la increíble - hay que repetir esta palabra - cantidad de lagos, de tamaños y formas que nunca se repiten, perforando el continente más intensamente que los lagos gráficos perforan los mapas.
Desde el avión
El tiempo, como dicho esta mañana, está bueno, si bien hay una finísima capa de bruma flotando a regular altitud - pero todavía encima de nosotros; por ahora, la vista queda muy clara.
Esta vista quedará entre las de esta Expedición que nos acordaremos con toda seguridad; realmente, aguas rodeadas por tierra.
Pasó aproximadamente un tercio del viaje. Sucesivamente se interpusieron entre nosotros y el globo terráqueo, la fina película de bruma, luego, nubes aisladas, luego, nubes cada vez más extensas; en los últimos momentos de visibilidad quebrada, pudimos ver cómo, de "aguas rodeadas por tierra", los lagos, la composición del terreno pasó a "tierras rodeadas por agua", las islas. Pero, ahora, hay una hermética cortina horizontal entre nosotros, a 8.700 metros de altitud, y la Tierra, allá abajo.
Estamos a unos quince minutos de Resolute. Cambió el ruido de los motores y cambió la inclinación del avión. Estamos por cruzar el estrecho entre la isla Prince of Wales y la isla Cornwallis, o sea que estamos por pasar por encima de la región de esta conislación donde se terminaba la parte esperanzada de acceso de las expediciones exploratorias y donde empezaban sus dificultades, sus luchas, muchas veces a muerte, a la vez, con los hielos aun en verano, y con las incógnitas laberínticas por los pasos y falsos pasos por entre las islas y falsas islas, para encontrar el tan buscado Paso Norte del Atlántico al Pacífico.