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atmósfera en enero de 1978 con algo de cincuenta kilogramos de uranio enriquecido para su reactor. Como caía de oeste a este, y como se encontró algunos de sus pedazos más grandes al este del Great Slave Lake, sus restos pulverizados tuvieron que caer más al oeste, en la primera parte del eje de caída final, que bien puede haber sido por aquí. Vamos a prender nuestro detector de radiaciones.

Por ahora, muestra normal.

Llegamos a la altura del pueblo de Fort Liard. El pueblo mismo se encuentra unos kilómetros fuera de la carretera y no tiene interés para nosotros que sepamos; pero, en este empalme desde donde se lo puede alcanzar, hay un primoroso cartel con toda la sinceridad y todo el calor humano de un artista casero, esforzándose por evidenciar la existencia del pueblo, como, quizás muda, pero expresiva, invitación a visitarlo; no podemos resistir su encanto, y vamos a ver qué tal es este pueblo.



El cartel

Quisimos ver, y vimos. Fort Liard no tiene ningún atractivo, y una sola característica: mugre. Es menester notar, lamentablemente, que es un pueblo de paraborígenes, y hacer la relación con lo que vimos y escuchamos en Chisasibi. Como hace observar Božka, hasta ahora, donde vimos suciedad dentro de poblados, siempre fue en poblados de paraborígenes; quizás los Blancos van a hacer su mugre fuera de sus poblados. Lo que, en este caso, hace más notable la suciedad, es el contraste entre el cartel que, por su hechura, promete, y el pueblo que no cumple.

Fuimos a visitar la oficina del concejo comunal. Entre otras cosas, vimos bien en evidencia varios folletos sobre el alcoholismo, recordatorio de esta maldición traída por los invasores blancos.

La carretera se ha vuelto peor porque tiene trechos de polvo finísimo bastante profundo; pusimos la doble transmisión para más agarre.

Empiezan a dibujarse, frente a nosotros, altas sierras en el horizonte.

Parece que el camino las va dejando a la izquierda. Es lógico: son, aquellas sierras, los macizos periferales de las grandes extensiones montañosas que cubren todo el rincón noroeste de América, y muchas de las cuales hemos atravesado. Nuestra carretera sigue la línea divisoria entre dichas extensiones montañosas a nuestra izquierda, y las extremidades septentrionales de las grandes llanuras centrales de América del Norte, tanto en el centro de Canadá como en el centro de Vespuccia.

Acabamos de pasarnos quince o veinte minutos observando una pareja de bisontes; ya hemos visto en esta Expedición búfalos, y, popularmente, se confunde búfalos y bisontes, pero son dos familias distintas; los búfalos, morando en pastos abiertos, y los bisontes, como éstos, más bien en su intimidad boscosa.