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Brincando en esta tabla de lavar que llaman camino, viendo todos los intersticios del coche y de su contenido invadidos despiadadamente por un polvo finísimo contra el cual no hay protección, y todavía bajo la impresión de los asaltos de los mosquitos de esta mañana y en otros momentos, vemos lo cuerdo que fue viajar, cuando pudimos, en invierno, cuando la nieve aplanaba las asperezas del camino, eliminaba la insidiosidad del polvo, y cuando el frío era la mejor garantía contra los mosquitos.

Por lo menos, estamos fuera de alcance de los turistas; no se animan a venir hasta por aquí.

Para el resto de este domingo, y la noche, tuvimos la suerte de dar con un arroyuelo afluyendo con toda velocidad a un ojo de agua y saliendo con la misma velocidad hacia otros destinos. Qué descansador es su susurro cristalino.


¡Qué refrescante, el aguita de este arroyito!

Trabajo - trabajo de casa y de escritorio - tenemos, otra vez, de sobra, y seguramente lograremos despachar tan sólo una pequeña fracción.

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Después de toda la noche, y sin contar las horas de ayer, el gorgoteo del arroyuelo nos gustaba todavía tanto que, esta mañana, tratamos de grabarlo; pero probablemente haría falta otro equipo que el nuestro; con nuestro grabador no hubo manera de captar la multiplicidad y cristalinidad de las alegres modulaciones del arroyuelo.

Esta mañana también, nos enteramos, por un automovilista, que ayer tuvimos la suerte de salir de Manley justo antes de que el camino - el único camino - de salida, según sabemos, haya sido cortado en tres lugares diferentes por un incendio de bosque.

A punto de salir hacia Fairbanks, tuvimos la visita de una marmota albina que, por su comportamiento, seguramente debía de ser alguna estrella del mundo animal: se nos acercó bastante atrevidamente, levantó la cabeza como para una fotografía de frente - la que tomamos; luego, se presentó de perfil en una posición como se impone a los perros en las exposiciones caninas, como para otra fotografía - la que tomamos; y sin más ni más, desapareció en los matorrales.


La marmota

Viajando.

Estamos en Fairbanks, y tenemos la contestación a cuántos kilómetros nos alejamos de ésta hacia el oeste: 276,8 kilómetros, de uno de los peores caminos, sino el peor, que jamás tomamos hasta ahora.