escamas líticas como desechos de la elaboración de una piedra en herramienta, de unos 24.000 años de antigüedad. Un sitio, Old Crow Basin, de unos estimados 40.000 - ¡40.000! - años de antigüedad. Con estos 22.000 a.C. y 38.000 a.C., qué lejos retrocedieron las fechas de los 2000 a.C. originales; pero la aguda perplejidad queda en cuanto a si estas fechas definen una nueva antigüedad auténtica o si son fechas mal calculadas, como ya vimos un tal caso.
De todos modos, por aquí, por donde estamos, en algún momento, también tienen que haber pateado los Asiáticos, por lo menos algunos. Tratamos de imaginárnoslos; pero no podemos: ¿cómo se movían? - ¿en pequeños grupos - seis, diez, veinte? - ¿en mayores grupos - cincuenta, sesenta, cien? - ¿en hordas de centenares? ¿Y nunca nadie caminaba en sentido contrario - hacia el Estrecho?
Pero, tiempo para volver a nuestra realidad.
Para super-confirmación de la imposibilidad de llegar al estrecho de Bering, por aquí o por otra parte, regresamos al paraje de Tofty, y de allí fuimos otra vez al pueblito de Manley; y otra, y otra vez, la misma historia: no hay manera de llegar al Estrecho por vía terrestre, por lo menos no en verano; en invierno, podría ser por trineo, pero tardaría una eternidad; y hoy en día, aun en invierno, no es tan factible como solía serlo porque, mientras, en días idos, había bastante tráfico por la huella de los trineos para mantenerla, desde que se establecieron comunicaciones aéreas con los pueblos de la costa, el medio de locomoción de los trineos se redujo a tal punto que la huella ya casi no existe.
Así que, ante la evidencia de tantas negativas, estamos regresando a Fairbanks, la única salida de aquí. Nos preguntamos a cuántos kilómetros al oeste de Fairbanks llegamos. Estamos midiendo nuestro camino de regreso. Veremos en Fairbanks.
Hace mucho calor, un calor totalmente ajeno al concepto que tienen de estas zonas septentrionales las personas que nunca estuvieron aquí; y este calor terminará de la manera más tradicional posible: con una tormenta.
Por ahora, el camino está sumamente seco; cuando se ve un coche - cada veinte o treinta minutos - se le nota su estela de polvo a varias leguas; es un polvo muy fino y liviano que se levanta con mucha facilidad y se asienta muy lentamente; pero la sequedad del camino es una cinta totalmente artificial; el terreno circundante, o sea por debajo de la cinta del camino también, es, por lo menos, muy húmedo, y muchas veces, una verdadera ciénaga.
Tenemos las mismas vistas amplísimas que a la ida, pero, esta vez, con una variante; la buena tormenta que se está preparando con todas las características del caso, con relámpagos, nubes negras mezcladas con manchones de cielo azul, y lluvias cayendo en la distancia; - ahá, ya nos agarró a nosotros también; está lloviendo fuertemente, pero seguramente no durará.