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Sí, hay gente alrededor de nosotros. Tenemos que rendirnos a la evidencia de que ya no tenemos la carretera y el mundo para nosotros solamente.

La carretera se estableció en una configuración de sinuosidad vertical y horizontal agradablemente bordeada de una tupida vegetación verdeante y nos da hermosas vistas de la cadena de montañas a nuestra izquierda. Estamos a 60 metros de altitud, y bajando. No hay más coníferos; todo, un tupido follaje; ah, inclusive aparecieron unos campitos arados. Ya los Rusos habían empezado agricultura en esta parte de Alaska.

Bajamos al propio nivel del mar.

Y bajamos, sin duda, al nivel del mar humano también; otra vez, carteles de Pare aquí, No Pare allá, Haga esto, No Haga el otro, un patrullero de la policía con sirena ululando y luces destellando, hileras de coches, luces de tráfico.  En Alaska.

Llegamos al pueblo de Eklutna.

He aquí un vestigio de la presencia rusa en su estado de compenetración con lo paraborigen.  Un núcleo de dos capillas y de un cementerio.

El cementerio simboliza la compenetración. Cada tumba, con su casita de los espíritus - si bien mucho más estilizadas y simbólicas que las verdaderas casitas con puertas y ventanas que vimos en el cementerio paraborigen de Whitehorse; y cada tumba, con su cruz ortodoxa.



Un cementerio colorido

Más que cementerio ruso, cementerio paraborigen con injerto ortodoxo como consecuencia de la presencia rusa. La pregunta es: ¿por qué dos capillas, una, antigua, en perfecto estado, una, nueva, con nada mejor que la antigua?

Hablando con el encargado, un paraborigen, nos enteramos del enredo de que la capilla nueva fue construida por la comunidad paraborigen local por miedo a quedarse sin capilla si la Iglesia Ortodoxa Rusa llegase a retirarles la capilla vieja - lo que nosotros no entendemos cómo podría ser; que todos los objetos de culto de la capilla vieja fueron llevados a la capilla nueva; que la capilla vieja está prácticamente vacía; pero que es la vieja que está abierta para visitas - turísticas, se entiende; que la nueva está siempre cerrada; que, así, tienen dos capillas, pero que no tienen bastante feligreses ni para una sola y que, por lo tanto, no tienen sacerdote, y no tienen servicios,; y aquellos que quieren ir a misa tienen que viajar 40 kilómetros hasta Anchorage.

Bien extraña, la situación; bien extraña, la explicación. ¿No será una astuta manera de dejar la auténtica capilla ortodoxa rusa abierta al turismo sin miedo a que cosas vayan por casualidad desapareciendo?