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El camino a Dawson City es de tierra apisonada pero el andar es bueno. Tenemos que especificarnos Dawson "City" para guardar la consciencia de la dualidad con Dawson "Creek", donde dejamos parte de nuestros pertrechos.

El pensamiento de esos pertrechos - de su volumen, su peso - que dejamos en Dawson Creek, nos hizo estremecer. ¿Qué diferencia hubiese habido en las consecuencias del vuelco, con ese extra peso, extra volumen, en el portaequipaje? Seguramente que para peor. Quizás más destrozos, por el mayor peso. Quizás no hubiésemos terminado en las ruedas, por la mayor circunferencia del vehículo en el rodar por la pendiente. Quizás fue una bendición haber dejado esas cosas en el motel.  Seguramente fue.

Las lomas todo alrededor son bastante mediocres pero tratamos de imaginarnos la efervescencia que debían de suscitar estas mismas lomas en los visionarios del oro cuando se acercaban a lo que esperaban que sería el gran golazo de su vida.

El famoso río Klondike, lo tenemos a nuestra derecha; todavía está sólidamente helado. Del otro lado de la carretera, tenemos un hermoso cortinado de arbustos y árboles todavía sin hojas pero del tipo multicolor en su cáscara, como ya tuvimos en otras oportunidades.

Todavía no llegamos a Dawson City, pero ya pasamos por kilómetros de lomas artificiales hechas de grava acumulada, excrementos de unas treinta excavadoras monstruosas que no dejaron, a principios de este siglo, piedra sin mover, en el río Klondike y todos sus tributarios, en busca comercial de oro.

Naturalmente, ninguna relación con el entusiasmo y la locura de los cateadores legendarios de los primeros descubrimientos; estas ya eran operaciones con sangre y cabeza fría, de corte puramente industrial. Tan industrial que el agua del río y de los riachos no alcanzaba para trabajar los depósitos auríferos y que hubo que construir unos ... ciento diez kilómetros de canalizaciones para traer más agua, de otro río.

Nos apartamos del camino a Dawson City, y del río Klondike, para subir a lo largo del famoso riacho Bonanza hasta el lugar del primer descubrimiento de oro que desató la locura mundial.

Una cosa es haber recorrido estos trece kilómetros, sabiendo a donde íbamos, en la comodidad de un camino segundario, sinuoso, lleno de barro, y otra cosa muy diferente, y muy sorprendente para no decir admirable, es la aventura que tiene que haber sido la del descubridor, explorando paso a paso este valle, sin camino, sin huella, sin punto de referencia, con la sola fe y el solo sueño de riquezas como energía motriz. Sería interesante saber si andaba en base a algún rumor, algún indicio, o totalmente a ciegas.

Hoy, este valle se presenta como si hubiera pasado por aquí una ola de locura - y es que realmente pasó por aquí una ola de locura; por donde uno mire, está >>>>>>>>