español english français česky

Vayamos, pues. Otros lugares, otros intereses, otras aventuras - buenas, esperamos - nos aguardan.

Naturalmente, estamos de vuelta en Yukon, y hemos pasado, otra vez, a una nueva zona horaria. Está nevando ligeramente; tapadas están las grandes vistas que pudimos disfrutar a la ida.

Hemos llegado a Eagle Plains, el mismo oasis donde paramos en nuestro camino hacia el norte; nos vamos a quedar aquí hasta mañana, a ver si el tiempo aclara; sería una lástima no poder aprovechar los maravillosos paisajes que admiramos a la ida y que nos esperan también ahora.

Son las 23:30. Después de la nevada de toda la tarde, es con tanta más sorpresa y tanto más deleite que acabamos de disfrutar de un espectáculo inesperado.

Resulta que, a eso de las 23, Karel se fijó, más o menos sin pensar, en el cielo y ¿qué descubrió sin previo aviso?; la mejor lúmina, luminiscencia, de todas las vistas hasta ahora. Salimos para admirarla mejor, y nos encontramos con mucho más que luminiscencias polares.

Lo que nos esperaba era una verdadera vidriera celestial.

Hay que imaginarse lo siguiente.

* Hacia el oeste, y a pesar de ser ya las 11 de la noche, una buena porción del cielo cerca del horizonte estaba bañada en una claridad de un color azul tal como nunca se ve a la pura luz del día, y tampoco en una salida o puesta del Sol en latitudes más céntricas;

* contra este fondo de azul luminiscente como de un otro mundo, se destacaba muy claramente el hilo curvo de una Luna naciente, tan tenue como un hilo de plata;

* y también resplandecía, no muy lejos de la Luna, un objeto celestial de muy fuerte brillo - probablemente un planeta;

* en la parte obscura de la Luna, o sea la casi totalidad de su disco, se podía divisar el claro de Tierra;

* directamente encima de nuestras cabezas, en una parte ya casi totalmente negra del cielo, se dibujaba la Ursa Mayor;

* y de este punto hacia el este, en la porción totalmente negra del cielo, pudimos seguir las apariciones, evoluciones y desapariciones de varias lúminas polares, las mejores, como ya dicho, de todas las vistas hasta ahora: tenían la estructura de un cortinado visto desde abajo, apareciendo, cambiando, desapareciendo, caprichosamente; esta vez, hasta vimos unos débiles colores en el largo de ondas de los amarillos y verdes pálidos;