desembocadura; pero luego, y en este momento mismo, encontramos trechos que, si se tratase de tierre firme, juraríamos que van cuesta arriba, aun cuando, intelectualmente, sabemos que no podemos ir sino cuesta abajo; así que ya no sabemos más qué es bajar y qué es subir.
El primer nombre de este río fue River Disappointment, o sea río de la Desilusión. Resulta que el explorador Alexander Mackenzie también pasó por aquí; claro que navegando; bajando, quizás este brazo, o quizás otro, de este delta, en procura de lo que él esperaba sería el océano Pacífico; y cuando descubrió que había llegado solamente a algún océano frígido, llamó el río, Desilusión.
Naturalmente que, debajo de nuestras ruedas y del hielo, el agua sigue fluyendo; nos preguntamos cómo reaccionan los peces al ruido de nuestro rodar encima de sus cabezas.
Se nos hace realidad muy palpable todas las vueltas que tiene que dar un río en su fluir hacia el mar. Parece que un río y la línea recta son dos entidades irreconciliables.
Hemos salido al mar abierto.
Sí, sobre el Mar Artico
A nuestra derecha, se divisa en la lejanía acantilados; y a la izquierda, el horizonte se ha abierto en nada más que llanura helada.
Ahora, a nuestra derecha, los acantilados ya casi desaparecieron en la lejanía. A nuestra izquierda, la llanura ya no está relativamente lisa, sino que se va erizando con las formas convulsionadas impartidas a la superficie helada, no sabemos si por los movimientos del agua subyacente o si por las presiones en la masa misma del hielo.
Hace un rato, nos detuvimos para tomar una fotografía de la superficie del hielo. Descubrimos que ver el hielo oblicuamente desde el vehículo y verlo verticalmente desde una posición parada son dos realidades muy distintas; nos impresionamos al ver su profundidad cristalina muy entrecortada de fallas - a veces, casi grietas - verticales, haciendo que el hielo se pareciera más a un mosaico de bloques, de formas caprichosas, puestos uno al lado del otro, que a una capa básicamente sin solución de continuidad, solamente fallada.
Las rajaduras en el hielo y el agua por debajo
No supimos interpretar todo lo que vimos; pero tuvimos la impresión, poco reconfortante, de ver, a través de la masa de hielo, su bóveda inferior en contacto con el agua.
El viento heladísimo que soplaba sin obstáculos por la llanura penetraba nuestras espesas ropas con facilidad, y congelaba peligrosamente las partes expuestas de la cara, haciéndonos sentirnos realmente en el Artico. Nos hizo realizar, el viento, lo que tenían que enfrentar los nativos y los exploradores de antaño, sin la posibilidad de volver al interior calentito de un vehículo.