Panamá y Colombia - donde todavía no hay ruta para cruzar la selva. Eso es para el futuro.
Otra vez, tragados por el tráfico esclavizante en la prisión de la carretera. No se puede hacer otra cosa que manejar y prestar mucha atención. Hay una velocidad mínima obligatoria de 60 kilómetros por hora. Claro que los carteles no indican kilómetros de velocidad sino millas, uno de los varios atrasos todavía prevalecientes en este país. Si bien es una autopista de mucho tráfico, de ambos lados, los árboles siguen exhibiendo sus sutilezas; sin embargo, en esta zona, los colores dejaron de ser brillantes para volverse como acuarelas. Las cosas están tan complicadas en este tráfico que Božka está mirando con prismáticos bien hacia adelante qué nos espera porque no hay tiempo para rectificar, no hay tiempo para dudar a último momento; hay que saber todo bien de antemano, aunque se pase por aquí por primera vez, como nosotros.
Nuestro próximo destino: una planta fabril en el pueblo de Waterbury, la primera de muchas industrias con las cuales tenemos visitas arregladas de antemano.
Tráfico, completamente imposible; ahora, a paso de tortuga. Y las indicaciones viales son bastante malas. ¿Para cuándo, caminos humanos?
De ambos lados de la autopista, los colores siguen hermosos en sus sutilezas - ahora de acuarela; tanto más que, en este momento, no hay sol, está nublado, lo que contribuye a esta polícroma explosión en sordina.
Topografía, de lomas suaves. En realidad, toda la región desde Nueva York hasta acá es de lomadas; nada de llanuras. Hasta se le agregó, justamente en este momento, una llamativa quebrada - pintoresca por el novedoso contraste entre la sobria monocromía de sus pedrejones y la policromía de su vegetación.
Nueva vista, y muy a la vista: como parte de un lugar poblado, un cementerio - pero que sabemos que es un cementerio sólo porque así reza una placa; un cementerio que más parece un parque que un cementerio, tanto por su contorno como por su interior. En su contorno, no hay separación entre el terreno del cementerio y los terrenos y las calles adyacentes - no hay pared, no hay alambrado, no hay cerco. En su interior, no hay tumbas a la vista; todo es un ininterrumpido césped raso de borde a borde; con sólo unos pequeños marcadores de piedra pulida, en lo que se supone es la cabecera de cada tumba. Además, nada de indicación de religión, ni reverencia, ni recordación, ni rito; indiferencia ascética; sólo aquellos marcadores administrativos de finados que, aparentemente, se merecen sólo el mínimo gasto indispensable y ninguna atención personal. Ciertamente, no un cementerio para conjurar, o temer, muertos saliendo de sus tumbas, y crujiendo en una Danza Macabra de media noche. Eso sí, muchas sepulturas - bueno, lo que se concibe como sepulturas obliteradas debajo del césped - tienen una bandera vespucciana. Y es cementerio civil, no militar.