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actos en honor del bicentenario de la constitución de - ¿qué país americano? - de Vespuccia, y con la presencia, no meramente de algún "alto oficial" cualquiera de la embajada vespucciana, sino de no menos que el propio embajador.

Parece que a Vespuccia le importa mayúsculamente pulir su cara de "América" usurpadora.

Y el artículo, a más de revelarnos este dato, reconoce, por su voluntad propia se supone, negro sobre blanco, que la recepción del embajador vespucciano por la municipalidad de Saint-Dié había sido "ampliamente aplastante" de cualquier otra consideración.

Pero,  entonces,  en  toda  esta  confesión,  esta  auto-acusación  voluntaria  de
1) idiotez, 2) esquizofrenia, 3) venalidad - que decidan los psiquiatras - ¿dónde está la indignada defensa?

Está, está. Como prueba de panamericanismo deodatiense, el artículo ostenta la grabación de un disco con música del "sudista", como dice, Villa-Lobos. Ah pero, no todo el disco; la otra mitad, con música del "nordista" Gershwin ... Otra vez Vespuccia.  Vaya, vaya.

Con todo eso - no sabemos muy bien cómo pasó - se apoderó de nuestra mano una ola de escritura automática, y, antes de darnos cuenta, tuvimos ante nosotros una carta de tres páginas, en francés naturalmente, "Adieu à Saint-Dié". Y, con dicha carta, fuimos al diario. Y al periodista que conocíamos le dijimos que tal vez lo que habíamos escrito, él no se atrevería a tocarlo con un palo de diez metros, pero que quisiéramos presentárselo de todos modos.

Lo presentamos. Y él se quedó muy interesado; incluso, por ciertos datos, entusiasmado.  Que sí, que lo tomaba todo.  Que lo publicaría.

Al día siguiente, leímos en el diario, con una sorpresa que no sabíamos si tenía que ser poca o mucha, si tenía que ser de interés o de asombro, la siguiente versión periodística (aquí traducida del francés, y guardando, en la parte central, el desbarajuste paragráfico y la substitución ininteligible de palabra).

Al término de una expedición de trece años, Božena y Karel Pachta acaban de concluir un estudio del continente americano y de sus "antepasados" europeos. Su aventura termina en Saint-Dié, tal como lo destacamos en una edición anterior. Después de agradecer a los Deodatienses por su acogida, Božena y Karel profundizan la idea de una "atracción" que permitiría visualizar mejor el madrinaje del continente americano por la ciudad de Déodat.

"Nuestra sugerencia, menos costosa que un monumento", destacan, "podría materializarse en soportes, cada uno de pocos metros cuadrados, ya sea de mampostería, de otro material, o incluso de recuadros en paredes de inmuebles ya existentes, esparcidos por la ciudad. Tantos soportes cuantos países hay en América, y en cada uno de esos soportes un símbolo gráfico, >>>>>>>>