Nuestra última entrevista de la Expedición.
Fin del último tema; de la última aventura; de la Expedición. Un último episodio, jugoso y substancial como no pudiéramos habernos atrevido a soñarlo para nuestro punto final.
Cuando terminamos la parte americana, ya era un logro autosuficiente en sí; pero bien nos acordamos cómo algo en nosotros no quedaba quieto. Ahora, con el epílogo de los lugares europeos de importancia americana, la visión de América adquirió algo de tridimensionalidad, mejor dicho de holovisión. Y todo en nosotros está quieto. Una sedimentación de quietud.
Fin de la Expedición. En cierta manera, parecido al principio; en cierta manera, diferente. Parecido, porque nada de fanfarronada, nada de corchos por los aires, como sería el obligado estereotipo. Diferente, porque en los momentos antes de encender el motor, en el principio, había una indefinible mezcla de respetuosa aprensión y de confianza ante una inmensidad que sentíamos a sólo un paso de ser vertiginosa; y ahora hay gratitud y respetuosa satisfacción por haber sobrevivido, y haber tenido el privilegio de sobrevivir, una inmensidad que sentimos no a un paso cerca de, sino a varios pasos dentro de, lo vertiginoso.
Fin de la Expedición. De nuestra Expedición.
Y ¿qué mejor lugar para terminar la Primera Expedición Panamericana Integral que el lugar donde nació la palabra "América"?
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Ay, no. Sigue, sigue la Expedición. El fin, todavía no.
Resulta que a los tres días de publicarse la entrevista, apareció en el diario otro artículo sobre nosotros y la Falsa Ahijada. Pero, esta vez, no exponiendo nuestros pareceres, o sea los hechos, sino esgrimiendo una indignada defensa del honor deodatiense.
¿Por qué no se callaron la boca esos señores - para su propio bien?
Por ellos, o sea por el artículo, aprendimos que al rosario de efusivos abrazos entre la ahijada usurpadora y la madrina enloquecida hay que agregarle otra cuenta negra, y lo suficientemente reciente como para no dejar dudas en cuanto a la insistente reincidencia, por parte de la "ahijada" en su usurpación, y por parte de la "madrina" en su - lo que sea, según dictamine el psiquiatra, 1) idiotez, 2) esquizofrenia, 3) venalidad. Aprendimos así que, en 1987, la madrina enloquecida "gastó sus últimos cartuchos" para organizar >>>>>>>>