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Y hoy, la última - sí, última, última - frontera de la Expedición; desde el Gran-Ducado de Luxemburgo a Lotaringia. Este topónimo no figura así en todos los mapas de hoy, pero estamos viajando en los tiempos de Colón, en el centro mismo de los fragmentos del ex-imperio de Carolus Magnus.
Justamente hoy, por feliz, o quizás calculada, coincidencia, el retorno al trabajo en Francia alcanzó el noventa por ciento, y las manifestaciones alcanzaron sólo unas decenas de millares de personas. Tal como habíamos previsto que ocurriría: falta seis días para el paganismo navideño.
Llegamos a quizás una hora de nuestra próxima - y de nuestra última, última - meta de la Expedición; pero queda sólo quizás una hora de luz. Vamos a pernoctar aquí.
No sabemos qué nos espera allá; mejor dicho, sí, sabemos qué reverberaciones, qué efluvios, de una chispa histórica, de resplandor imprevisible para su autor, nos esperan, pero no sabemos qué vestigios palpables quedan - si es que quedan; puede haber una placa, puede haber un edificio, puede haber quizás una prensa de imprimir, puede haber vacías tinieblas de olvido. Veremos.
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Saint-Dié. Las primeras casas. ¿Dónde está lo que buscamos, si es que está? ¿En el centro de la aglomeración, o quizás en las afueras por algún lado, ya que el acontecimiento ocurrió en un monasterio?
Hacia el centro.
Una iglesia. Monumental y antigua. Pero eso no puede ser. Ni el estilo ni la antigüedad suficiente para la fecha que nos interesa: 1507. Habrá que investigar. En la plaza de la iglesia, ningún lugar para estacionar. Pero ahí, en el primer sitio de la calle transversal, sí. Qué suerte.
Y ahí ... encima de nuestras cabezas, encima del vehículo, el nombre de la calle: Rue d'Amérique, calle América. ¡Sí, por lo menos el recuerdo queda. No hay olvido! ¿Qué más queda?
Y ahí no más, en la muy cercana intersección siguiente, el nombre de la otra calle: Rue du Gymnase Vosgien - lo que no entendemos qué podría ser, pero entendemos muy bien la línea siguiente: