Este caso de tocayismo Limburg-Limburg se vuelve más interesante cuando se considera que no es el único por aquí, que, junto con otros, parece ser un imperativo histórico de la zona.
Por ejemplo, los dos Brabant, el país bajo Brabant, en los Países Bajos, y la provincia Brabant, en Bélgica, aun cuando los Países Bajos toman la precaución de especificar su Brabant como Noord, septentrional, mientras que Bélgica no llama su Brabant, meridional. Y este caso es más curioso que lo de Limburg porque, mientras que los dos Limburg son yuxtapuestos, en este caso, los dos Brabant ni siquiera son colindantes.
Y hay las múltiples Flandes, como se dice en castellano; cinco Flandes esparcidas por tres países. Bélgica tiene no sólo una, sino dos, Vlaanderen, la West y la Oost; Francia tiene sus dos Flandres, la Marítima y la Interior - cuando debarcamos en Calais, no lo sabíamos; y los Países Bajos tienen su propia Vlaanderen Zeelandesa.
Y con trampas en la pronunciación para quien no sabe, y peor para quien se dejó hipnotizar por la invasión angla. Vlaanderen, siendo vocablo germano, la V no se pronuncia V como en muchos otros idiomas, sino F como en alemán, Flaanderen. West siendo vocablo, en este caso, ciertamente no anglo sino germano, no se pronuncia Uest a la inglesa sino Vest a la alemana.
Y nosotros mismos, cuando busquemos, dentro de poco, nuestro camino hacia Luxemburgo, tendremos que cuidar de no confundir la provincia belga de Luxembourg y el Gran-Ducado de Luxembourg, yuxtapuestos.
¿Vimos semejante cosa en América?
Lo que hay aquí, en el Limburg nederlandés, en paralelo con América, es un archivo rupestre de garabatos de pedigrí, o sea de garabatos, en formaciones geológicas, por individuos, por otra parte notables por sus proezas, en un momento de esparcimiento - con la diferencia de que allá, en América, la formación es un peñasco y aquí es la pared de galerías endoterráneas creadas y dejadas por la extracción de bloques de piedra caliza desde tiempos pre-romanos, y con la diferencia de que, allá, los garabateadores eran aventureros europeos invadiendo tierras ajenas, y que, aquí, fueron nombres como Descartes, Rossini, el Duque de Alba (en 1570) e incluso, aquí también, un aventurero invadiendo tierras ajenas, de nombre Napoleón (en 1803).
Allá, en el peñasco El Morro, no nos acordamos ahora dónde en el suroeste de Vespuccia; aquí, en dos o tres entradas a los 200 kilómetros de galerías dejadas por la cantera, en los aledaños de Maastricht.
La candente curiosidad es: ¿por qué semejante congreso - en el sentido original de la palabra - desde lugares tan diversos, en una comarca precisa, >>>>>>>>