Pero aquí la situación es más compleja que en Alta California porque, mientras allá había solamente las hélices para producir electricidad - o sea los grupos electrógenos eólicos, de dos o tres aspas magras - aquí hay, a la vez, éstos y también los bombeadores eólicos con las cuatro velas rectangulares de la pictografía popular. Y con dos particularidades bien curiosas.
Por una parte, hay más prosaicos grupos electrógenos modernos que pintorescos bombeadores eólicos tradicionales.
Por otra parte, mientras hasta ahora vimos todas las hélices de aspas magras modernas razonablemente activas según el viento, vimos todas las hélices de brazos rectangulares tradicionales, salvo dos que giraban, tan muertas como dinosaurios en un museo; y, muy probablemente - no es que tengamos tanta maldad para pensar así, sino que tenemos razones para pensar así - muy probablemente girando no por viento sino por un sistema secreto llamado motor eléctrico. La razón por qué nos permitimos, o no podemos evitar, tan sacrílego pensamiento es que sabemos que, en el pueblo de Kinderdijk, todas sus diecinueve hélices rectangulares tradicionales giran ... cada sábado de tarde ... en julio y agosto. Entonces, de dos cosas, una: ya sea, las hélices rectangulares tienen un contrato muy estricto con los días de viento, o tienen motores eléctricos para el deleite de los turistas, para no matar tan por completo las expectativas de éstos de ver "molinos de viento" holandeses.
No por nada los mil bombeadores llamados molinos que quedan de los nueve mil que, alguna vez, hubo, son, cada uno de ellos, un monumento nacional.
Viajando del señorío de Friesland/Fryslân directamente a Noord Holland - o, más precisamente, para respetar la toponimia de nuestro siglo XVII, cuando los Nederlandeses se injertaban en América, directamente al Condado de Holanda.
Viajando directamente, si bien no hay contacto directo entre estos dos países bajos: están separados por un brazo de mar de veintinueve kilómetros de ancho en su boca de entrada.
Y viajando justamente por el ancho de la boca; no por transbordador sino por un faraónico dique de veintinueve kilómetros de largo que protege y separa el brazo, el ex-brazo, de la altamar fiera e imprevisible amenazando el propio corazón de los Países Bajos; un ex-brazo de mar, ahora un lago domado.
Otra batalla en el épico desafío de los Países Bajos al mar. Epico, a primera y patriótica vista pero, según los propios Nederlandeses lo llegaron a reconocer, más desatinado que épico, a segunda y ecológica vista.
Es que Experiencia (aquel mentor especial que, según observamos en las primeras semanas de esta Expedición, a menudo patea en el trasero a aquellos que no tienen suficiente previsión y/o inteligencia) les evidenció a los >>>>>>>>