Caso I. Leemos en una moneda: Juliana Koningin der Nederlanden. Bien, aprendimos que, en los Países Bajos, hay una reina; y que se llama Juliana. Leemos en otra moneda: Beatrix Koningin der Nederlanden. No puede ser. Habremos leído mal. De vuelta a la primera moneda: Juliana; de vuelta a la segunda moneda: Beatrix. Y otras monedas con Juliana, y otras monedas con Beatrix. ¿Algún novedoso sistema, alguna biarquía? Hasta que uno se entera de que son monedas de épocas diferentes, ambas en circulación, de soberanas diferentes, madre e hija, da la casualidad.
Caso II. Miramos un lado de una moneda; y damos vuelta para mirar el otro lado. No, no puede ser: el segundo lado no está alineado según la misma vertical, u horizontal, que el primer lado, habremos descuidadamente dado mal vuelta a la moneda. De vuelta al primer lado, de vuelta al segundo lado. No, no teníamos por qué haber dudado de nosotros: algunas monedas, las de Beatrix, tienen los ejes de sus dos lados, no paralelos entre sí sino a 90 grados entre sí.
Como consolación por estas injustificadas puestas en duda de uno mismo, las monedas Beatrix ofrecen un estilo de grabado por incisiones tan ligeras y esquemáticas que hace inevitablemente pensar en algún antiquísimo grabado en omóplato de mamut.
Viajando por nuestro segundo país bajo, Friesland, hacia un tercer país bajo, Holanda; y no cualquier Holanda, Holanda Septentrional, porque ahí se encuentra Haarlem.
El nombre local de este segundo país bajo en realidad es Fryslân y no Friesland. Es que este país bajo tiene su propia rama de idioma, su propia entonación, un poquitín a la inglesa, sobre la base germánica, su propia literatura, su propia universidad, su propia consciencia de identidad; y, en el estrato cronológico en el cual estamos viajando, también tiene su esencia
de señorío.
Sorpresa: ovejas. Y, así como vimos en el Reino Anónimo, en un verdor que parecería una visión de ensueño a los estancieros ovejeros de Patagonia. En pastajes que no requieren alambrados porque están tronchados por acequias.
A veces, voluminosos terraplenes de protección contra agua, que, inevitablemente, nos hacen pensar en los terraplenes de contención a lo largo del Mísisipi. Terraplenes que, como a lo largo del Mísisipi, mejor dicho peor que a lo largo del Mísisipi, solucionan un problema pero crean otros.
Y la pictografía popular de los fallutos "molinos de viento" holandeses, que no son ni molinos ni de viento, que son generadores eólicos de energía que luego se utiliza para propósitos varios, como ser bombear líquidos, moler granos, producir electricidad según vimos en Alta California, y seguramente otros; en este caso, para bombear.